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276 ADOLFO GONZALEZ MONTES la violencia que se inflige contra el hombre y su dignidad por la im­ plantación de ideologías alternativas a la fe cristiana. Contra ellas la fe cristiana protesta con energía profética, porque albergan una concep­ ción de la naturaleza que de ningún modo considera el orden cósmico creación divina, condición de una relación del hombre con su medio entorno que le coloca ante el misterio de la vida como «adorador ver­ dadero» (Jn 4, 23). Por ello corresponde al laico cristiano valorar las razones que puedan o no asistir a los diversos programas de modifica­ ción de las estructuras de producción, en cuanto éstas puedan afectar al medio ambiente; así como sopesar a la luz de la fe los programas de industrialización de las regiones en estado de subdesarrollo, o la ro­ turación de terrenos vírgenes, implantación de nuevas fuentes de ener­ gía, etc., teniendo en cuenta no sólo la consecución de procesos socia­ les avanzados tecnológicamente, sino asimismo atendiendo a que el conjunto de relaciones resultantes de dichos procesos no amenace el medio entorno de la vida humana. Lo que de hecho ya sucede cuando se pretende imponer al hombre una ideología que le impide reconocer la vida como don divino inestimable, de importancia eterna para Dios, Señor y amigo de la vida (Sab 1, 13-14; 11, 24. 26). ¿Cómo no aludir aquí a las diversas manipulaciones a las que las sociedades avanzadas tecnológicamente, en virtud de su progreso científico, someten la vida humana? Esto no sólo en el orden social, impidiendo unas relaciones entre los hombres verdaderamente humanas, liberadas de la cada vez mayor despersonalización de las conductas colectivas dependientes de instancias anónimas; sino, del mismo modo, en el orden de la indagación científica, cada vez más expuesta a la manipulación genética del em­ brión humano. ¿Cómo explicar que un siglo como el nuestro, tan ra­ dicalmente sensible al respeto de los derechos humanos, haya creído ver en la legalización del aborto un elemento de humanización, propio de sociedades en progreso, a la búsqueda de una mejor calidad de vi­ da, y un medio de aminoración de sus propias contradicciones inter­ nas? ¿Qué podemos añadir al respecto sobre lo que ya dijo la consti­ tución pastoral sobre la presencia de la Iglesia en el mundo de hoy, del II Concilio Vaticano? 14. El laico cristiano no puede perder de vista la confesión de fe que profesa, en la cual se atribuye a Dios la autoría de la vida; no puede 14. Cf. C oncilio V aticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et spes» (= GS), n. 52.

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