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284 ADOLFO GONZALEZ MONTES nuestro mundo, que ha generado una retórica de los derechos descono­ cida hasta ahora, pero que excusa las responsabilidades. Para el mar­ xismo el hombre se autoproduce en el trabajo; para el cristianismo el trabajo no crea al hombre, sino en la medida en que el trabajo des­ pliega unas potencialidades mediante cuya operatividad se actualiza la esencia del hombre, creatura divina, contribuyendo a la transformación del mundo que lo humaniza. Sin el trabajo el hombre degenera y su­ cumbe a esa sensación de inutilidad que experimenta el que carece de él. El hombre sin trabajo conoce, además de la propia limitación, la agresión del medio social como violencia intolerable contra la vida. Por eso, si burlarlo destruye la condición moral del hombre como sujeto de derechos y deberes, como sujeto de responsabilidades, privar a alguien de él equivale a arruinar su vida, agrediendo su misma condición hu­ mana. Acumular el trabajo mientras los demás carecen de él es sucum­ bir al egoísmo, que prostituye la fuerza creadora del laborar humano sobre la tierra, para convertirlo en simple medio de lucro. b) Compromiso sindical y político El sindicalismo no puede ser concebido, por otra parte, como un medio de defensa en exclusiva de intereses gremiales, mediante el es­ tímulo a discreción de la lucha de clases. Cuando el sindicalismo se convierte en un instrumento de presión ideológica y política sobre el cuerpo social, antes que en un instrumento de defensa del derecho al trabajo y a su ejercicio en dignidad humana y al servicio del hombre y de la paz social, éstos mismos objetivos de la actividad sindical peli­ gran sin remedio. La politización de la lucha sindical no es del todo ni tampoco siempre evitable, y a nadie escapa su complejidad24. Des­ pués de la quiebra teológica de los partiros confesionales, tampoco pa- 24. «...la actividad de los sindicatos entra indudablemente en el campo de la "política", entendida ésta como una prudente solicitud por el bien co­ mún. Pero al mismo tiempo, el cometido de los sindicatos no es "hacer pO> lítica" en el sentido que se da hoy comúnmente a esta expresión. Los sin­ dicatos no tienen carácter de "partidos políticos" que luchan por el poder y no deberían ni siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos po­ líticos o tener vínculos demasiado estrechos con ellos. En efecto, en tal si­ tuación ellos pierden fácilmente el contacto con lo que es su cometido es­ pecífico, que es el de asegurar los justos derechos de los hombres del tra­ bajo en el marco del bien común de la sociedad entera y se convierten en cambio en un instrumento para otras finalidades» (Laborens exercens, n. 20) (a propósito de la naturaleza e importancia de los sindicatos).

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