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EL CRISTIANO AL SERVICIO DE LA UNIDAD 283 propia construcción y a la de la dignidad humana. Aquellas condicio­ nes que deben darse para que la dimensión social de la producción sea considerada la más importante de todo el proceso laboral, que es asi­ mismo económico, y de sus mismos resultados 22. Hoy el trabajo se ha convertido en un medio de acumulación de riqueza, mientras el dinero se ha hecho señor de la vida del hombre, al que tiraniza y enajena. Los laicos deben desechar esa falsa opinión de que los consejos evangélicos no les alcanzan a ellos de ningún modo. La afirmación del Señor es tan válida cuando se vive habiendo renunciado al mundo como ámbito de conformación de la propia existencia, como cuando se vive envuelto por los asuntos temporales: «Nadie puede servir a dos señores (...) No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6, 24). Y como la exigencia de perfección del cristiano emana de la consagración bautismal, el se­ glar de ningún modo puede ser excluido de ese extrañamiento y sepa­ ración que la fe opera en quien opta por el reino de Dios. De modo que el dinero, siendo necesario y estando en las manos del laico, es en realidad «añadidura» a su compromiso con Dios y con su causa, la justicia de su reino23. Por el trabajo, el laico se compromete en la construcción del mun­ do, de ámbitos de vida para el hombre. La vida es objetivo y meta del trabajo tanto como del proceso de producción. Sustraerse al trabajo o soportar su obligación como un peso desdeñable, que si es posible hay que burlar cuando se presente la ocasión, es una actitud corriente en 22. Cf. Ju a n P ablo II, Carta encíclica «Laboreas exercens» (del 14 sep­ tiembre 1981), n. 12 («...se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del "trabajo” frente al "capital’1. Este principio se refiere directamente al proceso mismo de pro­ ducción [...]»); cf. n. 6 (fundamento del principio anterior: condición subje­ tiva del trabajo, referida a la naturaleza personal del hombre). 23. « ¡Cómo se estrecha la visión cristiana de la vida cuando los seglares no consideran su tarea terrena más que como una forma de ganarse el pan! Es verdad que se necesita dinero. Pero se les dará por añadidura, como di­ ce ei evangelio. Consideremos más bien el dinero como un stipendiurn con­ cedido al seglar para su mantenimiento, ya que el que sirve al altar —aun­ que sea «de lejos»— tiene también derecho a vivir del altar. Así es como su vocación propia les puede preservar a los seglares de toda preocupación materialista de ganar y de gozar» (E. S chillebeeckx , o. c., 133). Y el II Con­ cilio Vaticano aclara al respecto: «Adquirida la competencia profesional y la experiencia, que son absolutamente necesarias, respeten en la acción tem­ poral (los seglares cristianos) la justa jerarquía de valores, con fidelidad a Cristo y a su Evangelio, a fin de que toda su vida, así la individual como la social, quede saturada con el espíritu de las bienaventuranzas, y parti­ cularmente con el espíritu de pobreza» (GS, n. 72).

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