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EL CRISTIANO AL SERVICIO DE LA UNIDAD 281 En primer lugar — ¡no debemos olvidarlo!— manteniendose en la fe de la Iglesia, creyente y receptora de la reconciliación divina; en la esperanza de que el bien triunfará sobre el mal, conforme a la palabra de Cristo (Jn 16, 33); en la caridad de una comunidad de amor que, si renunciara a su existencia teologal, se destruiría como comunidad de Jesucristo; y con ello dejaría de ser comunidad reconciliadora ya que habría dejado de ser ella misma comunidad reconciliada. Lo recuerda con claridad Juan Pablo II, cuando dice que «la Iglesia, para anunciar y promover de modo más eficaz al mundo la reconciliación, debe con­ vertirse cada vez más en una comunidad (...) de discípulos de Cristo, unidos en el empeño de convertirse continuamente al Señor y de vivir como hombres nuevos en el espíritu y práctica de la reconciliación. Frente a nuestros contemporáneos (...) la Iglesia está llamada a dar ejemplo de reconciliación ante todo hacia adentro» 19. Si no lo hace­ mos así, los cristianos nos haremos indignos de este nombre, en con­ tra del deseo explícito de la plegaria de la Iglesia20. Sin embargo, convencidos del fundamento verdadero de la paz so­ cial al cual sirve la Iglesia, tenemos que preguntarnos por la aporta­ ción del laicado a la pacificación del mundo, ubicados como lo están los seglares allí donde la secularidad se hace tarea de apostolado al ser­ vicio de la reconciliación. III. S e r v ir a l a p a z en l a s e c u l a r id a d d e l mundo e s s e r v ir A LA CAUSA d e LA JUSTICIA Y DE LA VERDAD Con razón no le está permitido al teólogo programar el compro­ miso de los laicos, pero sí aportar aquella reflexión cristiana que pue­ da iluminar la decisión de los seglares en orden a su propio apostola­ do, tal y como aquí lo hacemos. 19. Reconciliado et paenitentia, n. 9. 20. «La luz de tu verdad, oh Dios, guíe a los que andan extraviados, pa­ ra que puedan volver al camino de la santidad; y concede a todos los cris­ tianos rechazar lo que es indigno de este nombre, y cumplir cuanto en él se significa» (Oración colecta del domingo decimoquinto del tiempo ordina­ rio del año)

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