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238 SANTOS SABUGAL impulsados por ese mismo Espíritu, dirigirse a Dios con la invocación, que introduce la Oración propia de los fieles 15. c) De las tres primeras súplicas de alabanza (Mt 6, 9b-10 = Le 11, 2), las dos primeras (Mt 6, 9c-10a = Le 11, 2c-d) son idénticas en Mateo y Lucas: Pertenecen, pues, al suelo firme de la respectiva tra dición pre-redaccional. La que suplica: «Hágase ( = genethéto) tu Vo luntad...» (Mt 6, 10), es ignorada por el texto lucano; no ha podido ser omitida conscientemente, sin embargo, por el mismo Lucas, quien evoca (Act 21, 14) probablemente esa súplica cristiana (Cf. infra) y conoce la análoga súplica de Jesús al Padre (Cf. Le 22, 42). Aquella laguna se remonta, por tanto, a la tradición helenístico-cristiana. Por lo demás, la formulación literaria de esa tercera súplica de alabanza es exclusiva y característica de la redacción mateana 16. No es probable, sin embargo, que sea creación literaria del Evangelista: El «cumplimiento de la voluntad de Dios» es tema frecuente de la primitiva catequesis cristiana: Puesto que Dios «todo lo realiza según la decisión de su Voluntad» (Ef 1, 11), es preciso renovarse interior mente, para poder distinguirla (Rm 12, 2) y comprenderla (Ef 5, 17), suplicándole por su «pleno conocimiento» (Col 1, 9) para mantenerse «perfectos cumplidores de la Voluntad de Dios» (Col 4, 12) incluso en la obediencia de los siervos a sus señores (Cf. Ef 6, 16), conscientes de que la norma suprema de conducta cristiana es vivir «según la Vo luntad de Dios» (1 Pe 4, 2), la cual consiste en «la santidad» de una vida pura (Cf. 1 Tes 4, 3-7), vivida en espíritu de «constante acción de gracias» (1 Tes 5, 18). Análoga parénesis refleja la literatura joannea: Cumplir la Voluntad de Dios es condición necesaria, para ser por El escuchado (Jn 9, 31) y conocer el origen divino de la doctrina de su Enviado (Jn 7, 17), así como para escapar al fugaz tránsito del «mun do y sus concupiscencias», pues sólo «quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2, 17). ¿No fue asimismo «hacer la 15. La referencia de la exclamación: « ¡Abbá, Padre!» (Gál 4, 6; Rm 8, 15) a la invocación inicial del «Padrenuestro» es atestiguada por varios Es critores eclesiásticos y Padres de la Iglesia: Cf. O ríg en es^ o . c ., XXII, 3; T eod oro M op s., Jn Ep. ad Rom. 8, 15 (PG 66, 821D-824A); San J u a n C r is ., In Ep. ad Rom. Hom. XIV, 3 (PG 60, 527); Id., In Ep. ad Col. Hom. VI (PG 62, 342); A m b r o sia ste r , Ad Rom. 8, 15 (CSEL 81, 274); San J eró n im o , Comment, in Ep. ad Gál. 4, 6 (PL 26, 400A); T eo d o re io , Interpretatio Ep. ad Rom. 8r 15 (PG 82, 133); San J u a n D am ascen o, In Ep. ad Rom. 8, 15 (PG 95, 504B); T eo- f ila c t o , Expositio in Ep. ad Rom. 8, 15 (PG 124, 444c), etc. 16. Cf. S . S a b u g a l, o . c ., 258s.
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