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264 SANTOS SABUGAL pido que los retires del mundo, sino que los protejas del maligno! » (Jn 17, 1 5 )« c) Esa súplica debió ofrecer serias dificultades a las Comunidades helenístico-cristianas: Constantemente sometidas por las tribulaciones o persecuciones a la tentación de apostatar su fe (Cf. 1 Tes 3, 1-5; 2 Cor 10, 12-13; Sant 1, 2-4. 12), la petición del Padrenuestro podía dar la impresión de ser Dios mismo su autor: « ¡Es Dios quien me tienta! » (Sant 1, 13a). Santiago rechaza enérgicamente esa desacertada interpretación de la súplica cristiana96, precisando que «Dios ni es ten­ tado por (hombres) malos87 ni tienta a nadie» (Sant 1, 13b); verda­ dera causa de la tentación es más bien «la propia concupiscencia», ca­ paz de «engendrar el pecado» que, a su vez, «produce la muerte» (Sant 1, 14-15). Esa causa inmediata de la tentación (Cf. 1 Cor 7, 5; 1 Tim 6, 9a) no excluye, sin embargo, la acción de su verdadero autor: «E l (diabólico) tentador» (1 Tes 3, 5; Cf. 2, 18) o «Satanás» (1 Cor 5, 7), a quien Dios permite ciertamente tentar a los fieles (1 Cor 10, 13; Cf. 1 Pe 1, 6-7; 4-12), para acrisolar su fe con la paciencia (Cf. Sant 1, 2-4; 1 Pe 1, 6-7) y, superada felizmente la prueba, otorgarles «la corona de la vida» (Sant 1, 12), deviniendo así su probada fe «moti­ vo de alabanza, de gloria y de honor en la (parusíaca) revelación de Jesucristo» (1 Pe 1, 7). ¡Por eso permite Dios la prueba! Una permi­ sión divina, precisa el apóstol Pablo, no superior a las fuerzas humanas (1 Cor 10, 13a-b): Los fieles, en efecto, «no sufren tentación superior a la medida humana» (v. 13a), ni permite la fidelidad de Dios que «sean tentados sobre sus fuerzas» (v. 13b); ¡al contrario! : Propio de aque­ lla fidelidad divina es acompañar a la necesaria tentación o prueba con el correspondiente don, para «poderla resistir con éxito» (1 Cor 10, 13c). El hombre es, pues, libre de aceptar orechazar esa gracia, de 85. Así con: C h . H. D odd , The interpretation of thefouríhGospel, Cam­ bridge 1963, 417, n. 4 (trad. españ., Madrid 1978, 417, n. 31); Id., o . c ., 333 (trad. españ., 334); J. C a rm ig n a c, o . c ., 307. 368; R. E. B r o w n , The Gospel acc. to St. John, II, Garden City 1970, 747. 761 (trad. españ., 1014. 1030). 86. La implícita referencia de Sant 1, 13 a la última petición del Padre­ nuestro es sostenida por varios autores: A. C h aru e, Les Epitres Catholiques (La sainte Bible, X II), Paris 1946, 399; F. H au ck , Die Kirchenbriefe, Gottin- gen 1949, 10; H. W in d isch , Die Katholische Briefe (Handb. N.T., 15), Tübin- gen 1951 (ad . loe.); E. L ohm eyer, o . c ., 136; J. J er em ía s, Das Vaíer-Unser, 26 ( = Abba, 169); Id., Teología NT, 237; J. C a rm ig n a c, o . c ., 365s; P. H . D a v ie s , The meaning of «apeirastos» in Jam es 1, 13, en: NTSt 24 (1977-78) 386-92: 387; C f. H. S eesem a n n , art. Petra, en: ThWNT, V I, 29. 87. Así con P. H. D av ies , art. cit., 390-92.

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