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262 SANTOS SABUGAL cientes de que Dios «nunca conduce al hombre a la tentación» 80 y que «los hijos de la luz» serán exterminados por El, «si entran en la ma quinación de Belial» 81. Le ruegan ciertamente en una oración «no ser conducidos al pecado, a la iniquitad o a la tentación» 82, pidiéndole asimismo ser liberados del pecado y del «deseo malo» 83. Pero, además de ser discutible la datación pre-cristiana de aquella súplica judaica, la concepción prevalente del Judaismo contemporáneo al Nuevo Testa mento fue que el justo puede resistir a la tentación, usando los medios exteriores —oración, obras buenas, estudio y observancia de la Ley— dispuestos para ello por Dios 84. ¡Exactamente lo contrario supone la petición del Padrenuestro! b) Las Comunidades judeo-cristianas debieron formularla de acuer do con la análoga y ciertamente paradigmática exhortación de Jesús: « ¡Orad, para que no sucumbáis a la tentación! » (Mt 26, 41a = Le 22, 46b). Eso precisamente suplican los fieles judeo-cristianos al Pa dre celeste: «¡No nos dejes caer en la tentación!». Una tentación, por lo demás, no común sino bien determinada y específica: «La tenta ción». ¿La cualidad de la misma? Está implícita, probablemente, en la precedente súplica: Rechazar el Reinado del Padre sobre la propia vi da, transgrediendo la norma de su Voluntad adorable (Cf. supra). A eso, en efecto, tienta «el maligno», bajoel cual«yace todo el mundo» (1 Jn 5, 19b). Esclavos del diabólico «señor de la muerte» son, en efecto, cuantos, «por temor a la muerte, están de por vida sometidos a esclavitud» (Hebr 2, 14b-15). Y «todo el que peca pertenece ( ¡co mo esclavo!) al diablo», a quien «peca desde el principio» (1 Jn 3, 8) con el pecado radical del odio: «Fue homicida desde el principio» (Jn 8, 44b) e inspira por tanto intentos homicidas (Cf. Jn 13, 2. 27), sien do sus serviles agentes quienes intentan matar corporalmente (Cf. Jn 8, 34. 44) o lo hacen espiritualmente, «odiando al hermano» (1 Jn 3, 31; 1 Cor 10, 13; Sant 1, 2. 12. 19). Pero, ¡no sobre las propias fuerzas! (1 Cor 10, 13), de modo que sucumban a la tentación. Esto piden justamente los fieles al Padre. Así con: J. C arm ignac (o. c., 291), otros autores antiguos y modernos (Cf. J. C arm ignac , o. c., 291) y últimamente S . S abugal , o. c., 403s. 80. Tb Sanh. 107a. 81. 4QFlor I, lín . 8: C f. J. C armignac , o . c ., 272. 82. «Oración de la mañana y de la tarde» (TbBerakot 60b): Cf. S t r .- B il l., I, 422. 83. Identificado éste con Satanás o el tentador: Cf. S t r .- B il l., I, 139; Cf. D alm an , o . c ., 315s. 84. C f. S tr .-B ill ., IV, 471.
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