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TRADICION PRE-REDACCIONAL DEL PADRENUESTRO 261 cilio cuando eran «impíos»..., pecadores..., enemigos» suyos (Rm 5, 6-10). ¡Este previo y gratuito perdón de Dios recibido debe ser, pues, fuente y estímulo del propio y gratuito perdón concedido! Un per­ dón, por lo demás, no limitado a «los hermanos» en la fe. Otorgado ilimitadamente, más bien, a los propios deudores (Cf. 1 Cor 6, 7), a los propios perseguidores (Cf. Rm 12, 14; Mt 5, 44b = Le 6, 28) y enemigos (Cf. Mt 5, 44a = Le 6, 27. 35; Rm 12, 20-21; 1 Cor 4, 12- 13; 1 Pe 3, 9), a «todos los hombres» (Cf. Rm 12, 17-18; Tit 3, 2). En este gratuito, ilimitado y total perdón cumplen precisamente los fieles su misión de ser «la luz del mundo» (Mt 5, 14-16), en medio del cual son «candeleros de oro» (Apoc 1, 12. 20), que «brillan como an­ torchas» (Fil 2, 15): Dan testimonio del amor de Dios al «mundo» pecador, manifestado en el envío y sacrificio de su propio Hijo «para que el mundo se salve» (Jn 3, 16-17; 1 Jn 4, 10) y «los hombres glo­ rifiquen al Padre celeste» (Mt 5, 15-16). Se comprende, pues, la trans­ cendental importancia del propio perdón entre los fieles de las prime­ ras comunidades cristianas. Estos suplican al Padre el perdón de sus propias deudas o pecados, como ( ¡cualitativamente!) también «ellos lo han otorgado a cuantos les han ofendido». En este perdón, por otra parte, dan precisamente prueba de su sincera conversión, asegurándose así el perdón del Padre: ¡Sólo quien previamente perdona a «los hom­ bres» puede esperar el perdón de Dios! (Cf. Me 11, 25; Mt 6, 14-15). Quien a aquéllos se lo niega, muestra no haberse convertido de los propios pecados, cerrándose así al perdón del Padre. Pues « ¡tendrá un juicio sin misericordia, quien no tuvo misericordia!» (Sant 3, 13). 7) Preservación y liberación a) La súplica, que pide al Padre «la preservación de entrar en la tentación» o sucumbir a ella79 así como la «liberación del maligno» tentador no debió ser familiar a las comunidades judaicas: Estas, cons- 79. S i en los escritos neotestamentarios la construcción «eisérchomai eis + acus...» designa «pasar al interior de alguien o de algo» (Cf. J. C arm ig- n ac, o. c., 269-71), relacionada con «la tentación» (Mt 26, 41) = Le 22, 40. 46 = Me 14, 38; Mt 6, 13a = Le 11, 4c) sólo puede significar «entrar en ella», es decir, «sucumbir a ella»: Cf. J. C a rm ig n a c, o . c ., 273s; S . S a b u g a l, o. c ., 404. La semítica súplica del Padrenuestro no ruega, por tanto, ser preservados de la tentación: ¡Los discípulos pueden ser tentados (Cf. 1 Cor 10, 12; Gál 6, 1; 1 Tes 3, 5) y, de hecho, lo serán! (Cf. Le 22, 31-32; Me 14, 27 = Mt 26,

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