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TRADICION PRE-REDACCIONAL DEL PADRENUESTRO 257 fuente literaria palestinense Q, se sitúa probablemente el apócrifo y ciertamente antiguo «Evangelio de los Hebreos», formulando (en arameo) esa petición: «Danos hoy el pan de mañana»70. Por lo demás, también las Comunidades helenístico-cristianas debieron pedir en esa súplica, ante todo, el sustento cotidiano (Cf. Act 6, 1; Sant 2, 15) co­ mo providente don del Padre, pues el Dios que «provee de simiente al sembador y de pan para su alimento», también «es poderoso para colmar» a sus hijos «de todo don, a fin que tengan siempre... lo ne­ cesario» (2 Cor 9, 8. 10). En las plegaria de ambas Comunidades cris­ tianas, esa petición es, pues, un confiado y filial grito creyente a la providencia y bondad del Padre: «¡Danos hoy el sustento, que corpo­ ralmente necesitamos, para que, libres del afán por el mañana, busque­ mos hoy ante todo tu Reinado!» (Cf. Mt 6, 33 = Le 12, 31). b) No parece, sin embargo, que sea ése el único ni principal sig­ nificado del «pan» pedido. Se trata, en efecto, no de un pan cualquie­ ra sino de «el pan»; el cual, por otra parte, tampoco es un alimento común, sino propio de los fieles cristianos {«el pan nuestro»), siendo, por lo demás, «ton epioúsion». Cualquiera sea el significado concreto de este último vocablo, su determinación por el artículo refuerza el énfasis del sustantivo que le precede, y puede tener un valor superla­ tivo («sustancialísimo» o «muy necesario»). Ahora bien, alimento no sólo específico sino también propio de los fieles cristianos y ciertamen­ te superior a todo sustento corporal es, ante todo, la Palabra de Dios, de la que también y sobre todo ( ¡no sólo de p an !) «vive el hombre» (Mt 4, 4 = Le 4, 4) y se nutren los fieles cristianos, alimentados efec- tiamente «con las palabras de fe y de la buena doctrina» (1 Tim 4, 6): Como «Palabra de vida» (Fil 2, 16) o «Palabra viviente» (Hebr 4, 12; 1 Pe 1, 23; Cf. Act 7, 38), capaz de producir un no ordinario sino extraordinario y sobreabundante fruto (Cf. Me 4, 20par), apta también para engendrar una nueva Vida (Sant 1, 18; 1 Pe 1, 23; Cf. 1 Cor 4, 15; Jn 1, 12; 1 Jn 5, 1) no común, sino «Vida eterna» (Jn 70. Debemos esta información a san Jerónimo (Cf. p. 235, n. 2); trad. Comm. in Mt 6, 11 (CCh 77, 37); Tract. in Ps 135: CCh 78, 295. El uso de ese apócrifo por san Ignacio A. ( E s m III 2) muestra, que su redacción literaria [= versión aramea de Mt griego] debe situarse entre el a. 70-100 d.C. (así con: A. von Harnack, Geschichte der altchristlichen Literatur, II, Leipzig 1897, 631-51: 642-50; M.-J. Lagrange, L’Evangile selon les Hébreux, en RB 31 [1922] 161-81. 321-49: 163. 348). Lo que significa: El Ev. Hebr. refleja la tra­ dición oral de la cuarta petición del Pádrenuestro, tal como era rezado por las Comunidades judeo-cristianas palestinenses del s. I. 9

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