PS_NyG_1985v032n002p0233_0266

256 SANTOS SABUGAL ne sobre ellos, mediante el don de cumplir su Voluntad. Este cumpli­ miento fue la oblación ofrecida a Dios por el Sumo Sacerdote Jesús, desde su ingreso «en este mundo» (Cf. Hebr 10, 7-10), siendo luego el constante hacer «lo que agrada al Padre» (Jn 8, 29) su verdadero alimento (Jn 4, 34). Por el don de la propia oblación —mediante la que se realiza en los fieles el bautismalmente ya inaugurado Seyorío de Dios sobre ellos— , así como por el imperecedero alimento de cumplir la Vo­ luntad del Padre (Cf. Jn 6, 27; 1 Jn 2, 17), suplican aquéllos cuando Le formulan la petición: « ¡Hágase ( = Hza Tú) tu Voluntad...! ». Ma­ nifestada ésta, por lo demás, en «Sus mandamientos» (Cf. 1 Jn 3, 22b) y en la enseñanza de Jesús (Cf. Mt 7, 21-27 = Le 6, 46-49. Como el Salmista ruega a Dios le «enseñe su Voluntad» (Sal 143, 10a), y el Sabio le pide el don de su Sabiduría, «para... que yo sepa lo que a Ti te agrada» (Sab 9, 10), también la súplica judeo-cristiana ruega al Pa­ dre hacer «lo que Le agrada» (1 Jn 3, 22c) en sus hijos, agradeciéndo­ les con el don de poder observar «sus (¡no pesados!) mandamientos» (Cf. 1 Jn 3, 22b; 5, 2-3; 2 Jn 6), es decir, «vivir en el mutuo amor» (2 Jn 6; 1 Jn 3, 23), «escuchando y practicando» las palabras de su Hijo (Mt 7, 21. 24 = Le 6, 46-47) « sobre la tierra, como (los ángeles lo hacen) en el cielo» (Cf. Sal 103, 21): ¡Con tal exactitud y, sobre todo, con tal amor! Una súplica, por tanto, de transcendental impor­ tancia. Pues si el cumplimiento de la Voluntad del Padre condiciona decisivamente la venida de su Reinado (Cf. supra), es también para los hijos criterio de comunión vital con el Hijo, de participar en su naturaleza y ser, por tanto, «su hermano, hermana y madre» (Mt 12, 49-50) — ¡sus familiares más íntimos!— , poseyendo luego la Vida ete- na (Cf. 1 Jn .2, 17). 5) El pan «cotidiano» En el contexto de esta petición, «el pan cotidiano», al nivel de la tradición pre-redaccional, no debió envolver un único significado. a) Ese «pan» designa, ante todo, el corporalmente necesario sus­ tento cotidiano. Así ya en las Comunidades judeo-cristianas. Es ése, en efecto, el primero y normal significado del vocablo «ártos» (Cf. Mt 4, 3-4 = Le 4, 3-4; Mt 14, 17 = Le 9, 13; etc.). Pero un «cotidia­ no» (Cf. Act 6, 1) alimento y vestido que, como don del Padre provi­ dente, libera del afán por el mañana (Cf. Mt 6, 25-34 = Le 12, 22- 31). En la línea de esta concepción, reflejada por la judeo-cristiana

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz