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254 SANTOS SABUGAL Instrumento tanto de la liberación del reinado de los ídolos, del peca­ do y del diabólico «señor de la muerte», como de la participación en el Reinado de Dios y de su Hijo, fue, pues, el Espíritu Santo —el «Es­ píritu de Dios» y el «Espíritu de Cristo» (Rm 8, 9)— recibido por me­ dio de la fe (Gál 3, 2; Cf. 2 Cor 11, 4; Rm 5, 5) y habitando luego en los fieles (Rm 8, 9; Cf. 1 Cor 3, 16; 6, 19) como «Espíritu de fi­ liación divina», que, gritando en ellos «Abbá, Padre! », da testimonio de ser Hijos de Dios y herederos suyos (Gál 4, 4-7 = Rm 8, 15-17). A esa nueva condiión de libertados del diabólico reinado del pecado y devenidos filiales miembros del Reinado de Dios corresponde una nueva vida: «Vivir según el Espíritu» (Gál 5, 16. 25a) y por El guia­ dos (Gál 5, 18; Rm 8, 14), para «poder agradar a Dios», sometiéndose «a su ley» (Cf. Rm 8, 3b-8), y producir los frutos «del Espíritu: Amor, alegría, paz...» (Gál 5, 22-23). El Reinado de Dios, en efecto, «con­ siste... en el poder» del Espíritu (1 Cor 4, 20; Cf. 2, 4), pues, «es justicia y paz y alegría en el Espíritu Santo» (Rm 14, 17), es decir, se actualiza con «la justicia» o cumplimiento de la Voluntad de Dios en la fidelidad a la observancia de la ley (Cf. Rm 2, 13; 8, 718; 10, 5) mediante la fe (Gál 3, 11; Rm 9, 30-32; 10, 5-10) «actuada por la ca­ ridad» del Espíritu Santo (Gál 5, 5-6; Cf. Rm 5, 5), cuyos primeros frutos son «amor, alegría, paz...» (Gál 5, 22): Quienes, previamente justifiados y guiados luego por el Espíritu de Dios, cumplen «la justi­ cia de la Ley» (Rm 8, 3b), pueden «agradar a Dios», mediante la libre sumisión al cumplimiento de su Voluntad manifestada en aquélla (Cf. Rm 8, 7-9), aceptando así el no esclavizante sino libertador dominio de Dios sobre ellos, y experimentando la «paz y alegría », propias de tal Reinado 66. El «Reinado de Dios» se identifica, por tanto, con su Se­ ñorío sobre quienes, justificados po ría fe, han recibido «el Espíritu 66. Parafraseando Rm 14, 17 afirma justamente Sto. Tomás, que «el Rei­ no de Dios es la justicia interior y la paz y el gozo espiritual» ( Sum . Theol., I-II, 108, 1: «ad primum»); y es que la «justificación de Dios..., como una nueva vida, introduce en su Reinado», pues por medio de ella «el creyente es introducido en... él Reinado de Dios» (G. S chrenk , art. dikaiosyne, en: ThWNT, II, 205s. 213). Lo que significa: «La doctrina paulina sobre la justi­ ficación no es otra cosa que la teológicamente más precisa variación del anuncio del cristianismo primitivo sobre el Reinado de Dios como salvación escatológica» (E. K asem ann , An die Romer [Handb. NT, 8a], Tübingen 21974, 26), es decir, «del Reinado de Dios proclamado por Jesús»: Id., Paulinische Perspektive, Tübingen 1969, 133; Cf. a este respecto J. C arm ignac , Le Mirage de VEschatologie, 122-127.

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