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TRADICION PRE-REDACCIONAL DEL PADRENUESTRO 253 gilancia: Fructificando los dones recibidos (Mt 25, 14-30 = Le 19, 11- 27), como fieles administradores de los mismos (Mt 24, 45-51 = Le 12, 42-46). Los fieles judeo-cristianos debieron anhelar, por tanto, en la segunda súplica del Padrenuestro, la total y escatológica manifesta­ ción del ya inaugurado Reinado religioso y universal del Padre, cuya perfección y universalidad formula, por lo demás, la comparación: «Co­ mo en el cielo también sobre la tierra» 64. b) También en las Comunidades helenístico-cristianas el Reinado del Padre65 es ya una ya incoada pero aún consumada realidad. Esta, en efecto, supone la liberación del reinado de los ídolos y del pecado, para participar del Reinado de Dios. Pablo es a este respecto, del todo explícito: Antes de la venida de Cristo, «el pecado reinó sirviéndose de la muerte» (Rm 5, 21a), del «temor a la muerte», mediante el cual «estaban de por vida sometidos a esclavitud cuantos» yacían bajo la tiranía del «Señor de la muerte, es decir, el diablo (Hebr 2, 14b-15); Cristo vino precisamente, para «aniquilar mediante su muerte» a este diabólico «señor» y «libertar a cuantos, por el temor de la muerte», le estaban sometidos (Hebr 2, 15), a fin que, por medio de El, «rei­ nase la gracia» (Rm 5, 21b) en quienes, servidores antes de los ídolos (1 Tes 1. 9a; Gal 4, 8) y sometidos al reinado del pecado (Cf. Rm 6, 12), como esclavos suyos (Cf. Rm 6, 17a. 20a), justificados luego me­ diante la fe en Cristo (Gál 3, 1-22; Rm 3, 21-5, 1), por medio del «Es­ píritu vivificante» fueron libertados de esa esclavitud (Cf. Rm 8, 2; 6, 17b-18a. 22a), para «servir al Dios único verdadero» (1 Tes 1, 9b), es decir, para devenir «esclavos de Dios» (Rm 6, 22b) y, por tanto, so­ metidos a su Reinado: «Introducidos en el Reinado de Dios». Así fue como el Padre «nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reinado de su Hijo amadísimo» (Col 1, 13), haciéndonos «ricos en la fe y herederos del Reinado prometido a los que le aman» (Sant 2, 5). 64. Así con M. B u r r o w s, Thy Kinkdom come , en: JB L (1955) 1-8: 8. No es exacto que, al nivel de Q, ésa sea una «súplica decididamente apocalíp- tica-futúrica»: S. S ch u lz, o. c ., 89. 65. Sobre «el Reino» y «Reinado de Dios» en las Epístolas paulinas (1 Tes 2, 12; 2 Tes 1, 5; Gál 5, 21; 1 Cor 4, 20; 6, 9. 10; 15, 50; Rm 14, 17; Ef 5, 5; Col 4, 11) y en Sant 2, 5, Cf.: L. C erfaux , L'Eglise et le Règne de Dieu d ’après saint Paul , en: «Recueil L. Cerfaux», I I, Gembloux 1954, 365-387; I d ., La Igle­ sia en San Pablo (trad. españ.), Bilbao 1963, 315-320; R. S chnackenburg , Gor­ fes Herrischaft und Reich, Freiburg 41965, 199-226 (trad. españ., 263-98); J. C armignac , Le mirage de Veschatologie, 70-76; E. C othenet , art. Règne de Dieu. III: Epitres pauliniennes, en DBS X (Paris 1981) 165-87 (bibliogr.: 187).

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