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250 SANTOS SABUGAL un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios, que celebran su Nombre» (Hebr 13, 15). Y lo hacen, pidiéndole que lo glorifique, me­ diante el establecimiento de su Reinado universal: Aquel señorío de Dios, que en la concepción judaica debe llegar al «mundo creado por E l» y a toda «la tierra» (Cf. supra), es propio del Padre invocado por las Comunidades judeo-cristianas y por ellas reconocido como «el Se­ ñor del cielo y de la tierra» (Mt 11, 25b = Le 10, 21b). Un Reinado sin fronteras y correspondiente a Quien es «el Señor de la tierra» (Apoc 11, 4). De ahí que la súplica judeo-cristiana anhele la santificación o glo­ rificación del Nombre del Padre «como en el cielo también sobre la tie­ rra» (Cf. supra). Por lo demás, del mismo modo que Jesús, al llegar «la hora» de ser sepultado «como el grano de trigo en la tierra» para «dar mucho fruto» (Jn 12, 23-24), pidió al Padre que «glorifique su Nom­ bre» (Jn 12, 28a) en su Hijo (Jn 17, 1. 5) resucitándole de la muerte —como «se cubrió de gloria» librando de las mortales aguas del Mar Rojo a su Pueblo (Cf. Ex 15, 1. 21) y «manifestó su gloria» en la re- surección de Lázaro (Cf. Jn 11, 9. 40)— , también los fieles judeo-cris- tianos, conscientes de que sólo «odiando su vida en este mundo la guar­ darán para la vida eterna» (Jn 12, 25), ruegan al Padre que «glorifique su Nombre (Jn 12, 28 a )59 en sus situaciones y eventos de muertey ma­ nifestando en éstos la potencia salvífica desplegada en la resurrección de su Hijo». También le piden en esa súplica, probablemente, que cuide de ellos «en su Nombre» (Jn 17, 11) y «lleve a cabo la obra», que les ha encomendado (Jn 17, 4): Amarse mutuamente como Cristo los amó (Jn 13, 34; 15, 12. 17), es decir, en la dimensión de la cruz, y vivir au­ nados o unánimes (Jn 17, 21a) en la «koinonía» de ese amor (Cf. 1 Jn 1, 3. 7a), para dar a «todos» los paganos y neo-paganos un válido signo de credibilidad cristiana (Cf. Jn 13, 35), «a fin que el mundo (incrédu­ lo) crea en el Enviado de Dios» (Jn 17, 21b) a salvarle y darle «Vida eterna» (Cf. Jn 3, 16-17). Por la constante santificación de ese amor 59. Así con: J. H. B e r n a r d , The Gospel acc. to St. John, II, Edinburgh 1928, 559; E. Lohm eyer, o . c ., 45. 57; Ch. H. Dodd, Historical tradition in the Fourth Gospel, Cambridge 1963, 333 (trad, españ., Madrid 1978, 334); J. C ar- m ig n a c, o. c., 368; R. E. B r o w n , The Gospel acc. to St. John, II, Garden City (N. Y.) 1970, 747 (trad, españ., Madrid 1979, 1014). Todos estos autores ven en Jn 12, 28 una reproducción joannea de la primera súplica del Padrenues­ tro, tenida en cuenta la sinonimidad entre «santificar» y «glorificar» en la literatura veterotestamentaria y en el Judaismo contemporáneo: C f. S t r .- B il l., I, 412; E. L ohm eyer, o . c ., 45.

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