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228 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO víctima inmolada (en la cruz) y por ello considerado desde su actitud pasiva» 125. 6. Un sentido «totalizante» del memorial El memorial se ha hecho más explícito que en Hipólito por la aclamación del pueblo. El memorial entendido en la teología eucarís- tica como valor «totalizante» del misterio de Cristo, en la dimensión vertical de la Historia de la Salvación que irrumpe en el hoy de la Iglesia126. El memorial entendido como ámbito del encuentro inter­ personal con el Salvador y también de los hermanos entre sí, incluso de todos los teólogos cristianos. 7. Las limitaciones La II Plegaria eucarística revela la fragilidad de todo lenguaje para expresar el misterio eucarístico. En relación con la anáfora de Hipólito ha ganado en estructura. Los distintos elementos están más claros y están mejor delimitados: saludo, acción de gracias, historia de la salvación, Sanctus, invocación al Espíritu Santo, relato institu­ cional, memorial, epíclesis de comunión, intercesiones, consagración de la Iglesia en la unidad, doxología, Amén. Sin embargo ha perdido en unidad. El mismo Sanctus no deja de resultar una irrupción brusca de la dimensión vertical. El Prefacio nos produce una impresión introductoria, aun para nosotros los occiden­ tales, como si la plegaria no comenzara hasta el «Vere Sanctus». La prueba es que la II Plegaria ha venido usándose en estos años con otros prefacios, algunos bien desguarnecidos de teología. La misma estructura y la simplicidad, casi esquemáticas, de sus elementos, someten a esta Plegaria al riesgo de la monotonía y del ritualismo. De hecho, no sólo en la concelebración sino en la práctica diaria de una gran mayoría de sacerdotes la ha convertido en un reci­ tado monocorde e inexpresivo, que recuerda bastantes el multisecular, latino, del canon romano. Acaso, por ello, la Sede Apostólica se mues- 125. Ib., 637. 126. Cf. J. M. S á n ch ez C aro, o . c ., 424. Justamente advierte que la presen­ cia del Cristo glorioso y Resucitado, tan acentuada hoy en la teología eu­ carística, no debe hacer olvidar que toda la tradición puso un cierto énfasis en el misterio de la muerte del Señor. El binomio muerte-resurrección es inseparable. Como es costumbre, Hipólito nos ofrece un excelente testi­ monio.

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