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DE LA ANAFORA DE LA «TRADICION APOSTOLICA» 225 eucaristía, va adquiriendo un sentido amplificado, el que sin duda le dio Jesús. Eucadistía, bendición eucarística, comprende la Acción cen­ tral del misterio de Cristo, tal como lo celebra la Iglesia. Es la Euca­ ristía, más amplia que la propia plegaria o anáfora. 4. Una doble acción transformadora del Espíritu En la II Plegaria eucarística hay dos epíclesis, o mejor, dos invo­ caciones al Espíritu Santo, una antes y otra después del relato institu­ cional. Recoge así, en cierta forma, las dos tradiciones orientales, la alejandrina y la antioquena. Ambas tradiciones fueron progresivamen­ te dando a la acción del Espíritu Santo un carácter consecratorio 120. En la primera invocación de esta II Plegaria se pide: «Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean cuerpo y sangre de Jesucristo nuestro Señor» La segunda, que es a la que, según la tradición sirio-Occidental, le correspondería ser consecratoria, se queda en simple epíclesis de comunión, recordando a Hipólito: «Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del cuerpo y sangre de Cristo. el pan y el vino y una sacralización de este pan y este vino. Bendiciendo a Dios por todas sus maravillas, Cristo (y el sacerdote a su ejemplo) consa­ gra el pan y el vino, que son el memorial de estas maravillas» (Ph. R ouil - lard , La plegaria eucarística en la Iglesia, en AA.VV., La Plegaria eucarística. Canon romano , Barcelona 1970, 90). 120. La epíclesis representó, y representa, un conflicto teológico a la ho­ ra de traducir e interpretar el valor consecratorio de las anáforas. A prime­ ra vista no parece que las preocupaciones del «Consilium» fueran demasia­ do teológicas. Sin embargo, los resultados fueron mucho más lejos que las meras palabras. Cf. R. K acynski, o . c ., 406ss.; J. W agner, Zur reform des Or­ do Missae. Zwei Dokumente, en AA.VV., Liturgia opera divina e umana, 264- 289; B . B o tte , La anáfora breve, en AA.VV., Las nuevas anáforas, 18ss. So­ bre el problema teológico, tal como se presenta hoy, cf. M. G e steira , o. c ., 595: controversia con las Iglesias orientales; el sentido de la epíclesis. Santo Tomás y algunos santos Padres se inclinaban por el valor súbito, automá­ tico y milagroso de las palabras de la consagración. Duns Escoto y otros muchos santos Padres, en una larga tradición, más afín con la teología ac­ tual, subrayan que la plegaria eucarística no es una simple narración de he­ chos pasados. El contexto litúrgico, y no sólo la intención interior del mi­ nistro, es quien da sentido eficaz y sacramental a las palabras. En todo caso todas las Iglesias admiten hoy que la tradición litúrgica, coincidiendo con los textos bíblicos, confieren un lugar preeminente en la eucaristía al Espí­ ritu Santo. 7

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