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DE LA ANAFORA DE LA «TRADICION APOSTOLICA» 223 Y a pesar de este carácter cristológico, hay que volver sobre otra idea, que ya es patente en Hipólito. La eucaristía es la obra de la Trinidad. Es más, nos introduce en la plenitud de la vida de Dios. La «acción de gracias» se dirige constantemente al Padre. El Hijo realiza la salvación. Y el Espíritu Santo la lleva a plenitud en la vida de la Iglesia. 3. Una acción de gracias Una plegaria eucarística reducida a lo esencial tiene que resaltar claramente dos elementos fundamentales de la cena de Jesús: la acción de gracias y la entrega. La eucaristía es, ante todo, una acción. En ella cuenta más lo que se hace que lo que se dice. A diferencia de la liturgia de la Palabra, la plegaria eucarística es, sobre todo, la liturgia de la Acción. Es la Acción por excelencia, no tanto la acción del hombre o de la Iglesia cuanto la acción, en la Iglesia y en el mundo, deCristo que entrega su vida y arrastra consigo a los hombres. Aquí cobra todo su sentido la expresión de Hipólito: «De ningún modo es necesario que el obispo pronuncie las mismas palabras». No es cuestión de palabras. Se trata de realizar lo que él hizo una vez con sus discípulos. Dio gracias y se entregó. «Haced esto». Las pala­ bras interesan aquí en cuanto son expresión de lo que realizan, tenien­ do en cuenta que siempre se quedan cortas e inadecuadas. Son palabras sacramentales, realizan lo que significan, pero siempre hay un signi­ ficado que se nos escapa, que está más allá. De ahí que nos parezcan infinitamente peores las palabras que algún desconsiderado espontáneo cambia o añade a una plegaria eucarística consagrada por una buena tradición. La Acción eucarística no puede ser mejorada por una vana palabra, y menos si es técnica o teológica. El único lenguaje que le cuadra es el bíblico o, en todo caso, el poético. ¿Qué significa «dar gracias»? El verbo eufaristein, hacer gracias, como tradujo el latín, gratias agere, dar gracias, de donde el castellano agradecer, lo tomó Hipólito del griego bíblico, que había adquirido, por la traducción de los alejandrinos y del Nuevo Testamento un matiz que no tenía el griego clásico 117. 117. Muchas páginas podrían escribirse sobre Hipólito y la eucaristía. El conoce, por supuesto, la palabra eucaristía. Pero sólo la emplea tres ve­ ces en la Tradición Apostólica, siempre fuera del marco de la celebración: para distinguirla de la simple «euloguía» o bendición del pan (La Tr. Apt.,

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