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222 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO en el tiempo, no siempre lineal, de las distintas intervenciones de Dios en favor de los hombres. Abarca desde la creación hasta la parusía y culmina en el misterio de Cristo con su encarnación, muerte, resu­ rrección y venida en gloria. Las anáforas orientales desarrollan con frecuencia estos temas, pero es mérito de Hipólito y de la II Plegaria el haber reducido su expresión a lo esencial y el hacer girar decidida­ mente todo en torno del misterio de Cristo y de su celebración euca- rística. La otra dimensión es «vertical». Comprende el relato institucional, el memorial y todo lo que viene después. Se trata del momento pro­ piamente sacramental. Todo el misterio de la salvación, realizado una vez en Cristo, se hace ahora presente, entra en el «hoy» de la Iglesia por los hombres que celebran la eucaristía, tal como Jesús mandó que la celebraran hasta que él venga 116. Como gustan de decir los orienta­ les, la eucaristía es el lugar privilegiado donde la gloria de Dios se hace presente en el tiempo y donde la transfiguración del mundo se realiza por la fuerza del Resucitado. 2. Carácter cristológico y marco trinitario Es notorio el carácter cristológico de la II Plegaria eucarística. Todas las anáforas son necesariamente cristológicas. Pero aquí, desde el principio hasta el fin, se convierte en una definición. «Por Jesu­ cristo tu Hijo amado». El es quien se entrega, quien toma el pan, da gracias, bendice e instituye el memorial. En él se hicieron y se siguen haciendo todas las cosas, desde la creación hasta la consuma­ ción de los santos en la gloria. Lo que se celebra y se ofrece es el «pan de vida», es decir, a Cristo vivo. El preside, consagra y ofrece la eucaristía a través del sacerdote. Teológicamente esto es exacto, pero ahora se hace más axplícito aquí con la repetición del memorial por parte del pueblo. «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu re­ surrección, ven, Señor Jesús». Es el Señor Jesús quien celebra con nosotros. Conciencia del «ya» pero «todavía no». Presencia del Resu­ citado por la comunicación de su propia vida y no por mera localiza­ ción espacial. 116. Sobre el origen de esta terminología en las discusiones entre R. Bult- mann y O. Cullmann, cf. Sánchez Caro, o . c ., 424. Sánchez Caro emplea este lenguaje a través de su obra. Véase una síntesis en 413ss. Un lenguaje algo similar —«ascendente», «descendente»— es el que usa Gesteira, tomándolo de la cristología actual (Cf. o. c., 147ss.).

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