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212 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO gicos y pastorales plantea este texto. Si hoy solamente unos pocos sacerdotes tienen viva conciencia de tales problemas, es porque la costumbre de una recitación más o menos mecánica —aunque realizada con un gran sentido de piedad— de un texto de lengua muerta, los esconde a los más» 109. El mismo Vagaggini reconoce al canon romano cuatro valores: su antigüedad y carácter tradicional en Occidente, los prefacios, la teolo gía de la ofrenda, y el estilo romano. Pero los defectos, decía, son muchos y graves y había llegado la hora de denunciarlos: 1. Aspecto general de amalgama sin evidente unidad. 2. Falta de conexión lógica de las ideas. 3. Mala distribu ción de las intercesiones. 4. Exagerada insistencia en el ofrecimiento. 5. Multiplicidad y desorden de oraciones de carácter epiclético. 6. Fal ta de teología sobre la acción del Espíritu Santo en la eucaristía. 7. Defectos del «Qui pridie» y de la narración de la institución: falta de fracción del pan, el «pro vobis tradetur», que es fundamental en la tradición y en la liturgia; falta el signo de la mezcla del agua y el vino. Y sobra el «mysterium fidei», único en el canon romano y de significación dudosa o, al menos, fuera de lugar. 8. Las dificultades del «Suplices» que no las salva «ni la erudición histórica ni la sutileza teológica»: el ángel, el altar del cielo, el «transfórmalo». 9. La lista de santos, de historicidad discutible algunos, y otros poco representa tivos. 10. Falta de presentación sintética de la historia de la salva ción 110. Frente a la claridad, simplicidad y progresivo desarrollo de las ideas, de gran parte de las anáforas antiguas, el papel del canon romano re sultaba bien «mezquino». Además, concluía Vagaggini, se ha esfumado la leyenda de que el canon romano fuera el canon primitivo de la Iglesia de Roma, o que haya experimentado sólo ligeros cambios, o que fuera un modelo insuperable de anáfora. Ante esta situación, que resultaba evidente y no se podía ocultar por más tiempo, comenzaron a surgir proyectos de corrección, que fueron publicados por entonces 111. 109. C. V agaggini , II canone de la messa e la riforma litúrgica, T u rín 1966, 11. 110. Cf. I d ., o . c ., 63-83. 111. Cf. A. R oguet , Les prières eucharistiques, en La vie spirituelle 50 (1968 ) 70-87. Cf. tam b ién Table ronde sur les projets de réforme du canon, en
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