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2 08 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO avanzado, distante del desarrollo dinámico que caracteriza la liturgia de Hipólito. Para terminar, aludir a un aspecto que reviste una cierta impor­ tancia. A pesar de que hay una epíclesis consecratoria después de las palabras de las institución, la acción del Espíritu Santo no está espe­ cificada. Ninguna de las dos partes de la epíclesis lo presenta como persona en acción. «Te pedimos que envíes tu santo Espíritu sobre este pan y sobre este cáliz y lo hagas su cuerpo y su sangre, de nuestro Señor Jesucristo». Más adelante se pide que la recepción del cuerpo y la sangre sirva «para santificación y plenitud del Espíritu Santo». Es cierto que en el correspondiente inciso de Hipólito las cosas tampoco estaban dema­ siado claras, pero aquí, paradójicamente por añadidura, se ha supri­ mido la mención de la Iglesia, tan relacionada en la Tradición A pos­ tólica, como hemos indicado, con la acción del Espíritu Santo. La Anáfora de los Apóstoles añade, después de la doxología, una súplica, que es una especie de comentario a la epíclesis de comunión. Está en la misma línea de imprecisión: «Concédenos unirnos en tu Espíritu Santo»... Y termina: «Envía la gracia del Espíritu Santo so­ bre nosotros». Es interesante subrayarlo, porque es una característica de la teología alejandrina. En fin, todas estas acotaciones a la Anáfora de Nuestros Santos Padres los Apóstoles no nos impiden reconocer que ha sabido aprove­ char al máximo el texto de Hipólito, dándole incluso una estructura más clara. Se trata, sin duda, de una joya litúrgica. No tiene defectos graves. Es solemne sin caer en el barroquismo. Posee un gran sentido del rito y contiene una buena participación del pueblo y de los minis­ tros. No se le puede pedir más, acaso porque tampoco lo ha intentado. IV. L a II P l e g a r ia E u c a r ìs t ic a d e l M i s a i , R omano a c t u a l Y LA ANÁFORA DE LA TRADICIÓN APOSTÓLICA de sa n H ip ó l it o de R oma 1. Los orígenes de la II Plegaria Eucaristica del Misal Romano actual La historia de la inservción de la II Plegaria Eucaristica en el Misal Romano actual tuvo un proceso muy largo. Está, desde luego, vinculada a la accidentada investigación sobre la anáfora de la Tradi-

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