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204 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO La Anáfora de los Apóstoles salva con notable precisión el carácter cristológico de la eucaristía, gracias a su fidelidad al texto de Hipólito desde el principio hasta el final. Al comienzo, con las intercesiones, se produce un gran desvío, pero el pregón I vuelve a tomar el hilo y el texto inmediatamente antes del Sanctus. El Pregón II comienza con una frase que es propia de la liturgia alejandrina: «Verdaderamente llenó los cielos y la tierra la santidad de tu gloria» 10°, pero, como si se arrepintiera de tomar esa vía, que sin duda tenía delante, retoma el texto de Hipólito y ya no lo aban­ dona, sino es para introducir ligeras variantes y aclamaciones. Contra lo que pudiera esperarse la historia de la salvación ha sido la parte menos desarrollada. La transcripción es literal, no añade alguna que otra palabra o inciso, como hacían el Testamento del Señor o la Anáfora de Nuestro Señor Jesucristo, esta última de la misma Iglesia de Etiopía y con la que tiene tanta semejanza 101. El literalismo se pierde en el relato institucional y vuelve a encon­ trarse en la anámnesis, que es memorial, ofrenda y acción de gracias, como en Hipólito. Algo añade en la epíclesis, como veremos, para emprender luego la recta final de la doxología con una palabra que se ha hecho clásica en la liturgia etiópica: «coniungendo», en lugar de «in unum congre- gans» del original, y que es difícil de traducir. 5. Desarrollo de los puntos propios Hay dos notas que, a mi juicio, destacan en esta anáfora. Primera­ mente el carácter formal de su estructura. Los elementos esenciales de la eucaristía están de sobra resaltados y respetados, pero adquieren una independencia y una autonomía, desacostumbradas en las liturgias antiguas. Procede,se diría, por bloques superpuestos, sin otra conexión que el sentido global del misterio que se celebra. No existen los acos- 100. Pudo tomarlo de la anáfora de san Marcos-san Cirilo. El eucologio de Serapión y el papiro de Der-Baliseh también lo emplean, en contraste con el «Santo, Santísimo» con que se arrancan las anáforas más orientales. Cf. los textos en la Prex Eucharistica 101-135, 128, 124 respectivamente. 101. La semejanza está en el modo de transcribir, suprimiendo partícu­ las y ciertos arcaísmos, haciendo así al texto de Hipólito más claro. Sin em­ bargo, recuérdese que la anáfora de Nuestro Señor Jesucristo transcribe del copto el Testamento del Señor, de procedencia antioquena, mientras que la Anáfora de los Apóstoles, cuando no sigue a Hipólito, echa mano de la li­ turgia alejandrina. Es clara la diferencia.

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