PS_NyG_1985v032n002p0135_0231
186 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO Posteriormente la Iglesia monofisita de Egipto se creó, también ella, su propio Octateuco Clementeino. Sigue un plan parecido al Octa- teuco siríaco. Comienza igualmente por el Testamento. Será traducido del copto al árabe y al etíope, versiones que utiliza Rahmani en su edición. Es decir, que las fuentes que poseemos sobre el Testamento son todas de ámbito monofisita. E. Amann dice que «se necesita mucha sagacidad para descubrir las afinidades del autor primitivo con el mo- nofisismo»91. Yo diría que es la propia sagacidad de los antiguos y modernos monofisitas la que se necesita. El problema consiste en determinar si la contaminación monofisita está ya en el original del Testamento o se produjo por obra y arte de algún copista o traductor interesado. Como desconocemos el original griego, no podemos saberlo. Todo esto se confirma con un ejemplo clarificador. Curiosamente se conserva en la liturgia etiópica una anáfora que reproduce en su totalidad la anáfora del Testamento, en lo que tiene de Hipólito y en lo que tiene de propio: la Anáfora de Nuestro Señor Jesucristo. Lo único que hace es ordenar y aclarar algo las cosas, a veces con una simple puntuación. Se diría que, en principio, se trata de una traduc ción mejor hecha, pero mirándola atentamente, revela una mano más reciente y con mucha experiencia litúrgica. Las distintas partes de esta plegaria de Nuestro Señor están mucho mejor delimitadas que en Hipólito y en el Testamento, aunque la es tructura resulta, por ello, menos compacta. Tiene lo que llama la litur gia africana dos «pregones», separados por el Sanctus, que es nuevo. Este se introduce bruscamente sin alterar el texto original, justo donde se habla de los coros celestes. Se ha suprimido en la primera larga oración la doxología trinitaria, que no tenía sentido litúrgico, tal como estaba en el Testamento. La historia de la salvación es tratada con mayor independencia del relato institucional. Hay varias frases que resultan clarificadoras: «Según tu designio, tu Hijo, Dios nuestro, Jesús Unigénito, fue crucificado por nuestros pecados». «Tú, por el Verbo de tu mente, hiciste todas las cosas, complaciéndote en él». El relato institucional tiene también mayor autonomía y es, dentro de la sobriedad, que conserva, mucho más preciso y detallado, inclui- 91. E. Amann, a. c., de DTC, col. 200.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz