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176 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO Comparado con el de las Constituciones Apostólicas parece haber salido de las catacumbas. Resulta sumamente extraño que una anáfora, que se separa con libertad del esquema que ha tomado como guía, intuya la necesidad de asociarse a los coros celestes para alabar a Dios «sin cesar», y no lo haga. Es posible que la razón sea la misma que le impidió a Hipólito hacer un canto de la creación. A Hipólito no le interesa la liturgia judía sino la tradición apostólca. Sólo de pasada toca el tema de la creación, refiriéndose a Cristo. El texto del Testa­ mento hasta ahora ha evitado tocarlo, y es bien raro en una oración tan larga. Más extraño aun que no lo mencione en el párrafo siguiente, que todavía es propio: «Padre de reyes, que tienes todas las cosas en tus manos y las gobiernas por tu designio, por tu Hijo Unigénito, que fue cru­ cificado por nuestros pecados». Quizá convenga retener en la memoria esta última frase. Parece que el autor del Testamento tuviera el propósito definido de evitar el tema de la creación, no porque lo excluya, puesto que unas líneas más adelante va a decir, con palabras de Hipólito, «por él hiciste todas las cosas», sino para indicar acaso que no es ese su objetivo, sino el de resaltar el misterio salvífico, realizado por el Padre en la plenitud de los tiempos. Dejemos también este aspecto pendiente. Historia de la Salvación Del párrafo siguiente, que copia de Hipólito la historia de la sal­ vación, cabe destacar algunos rasgos. Queda claro que aquí está el centro del misterio que celebra la eucaristía. Al igual que en la Tradi­ ción, la anáfora del Testamento tiene como tema, del que no se separa un momento, la salvación en Cristo, y más concretamente su pasión y resurrección. El Testamento es, si cabe, más explícito, o al menos más reiterativo, al especificar los efectos de la salvación. Hay que destacar una breve expresión, que puede ser indicativa: «Verbum tuum, Filium tuae mentís, Filium tuae existentiae». Corres­ ponde al «Verbum inseparabilem» de Hipólito. Dijimos que aquí, y en las palabras que siguen, se quiere ver un reflejo de la concepción teológica que sustenta el autor de la Tradición acerca del Logos. Aquí en el Testamento, como aun tendremos ocasión de comprobar, es posi­ ble que posea una connotación distinta. Va a ser preciso buscar el

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