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156 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO eucaristía. La teología y la exégesis actuales son muy sensibles a este respecto. 3. La acción del Hijo Es evidente que la anáfora está centrada en el misterio y la acción salvadora del Hijo. Es una historia de la salvación en tres secciones principales, separadas por el pronombre relativo «quien» o «el cual». La encarnación, la muerte y la resurrección van a ser descritas con trazos rápidos, pero firmes, para ir a desembocar, con toda naturali dad, en el gesto y las palabras de la institución. «Quien, habiendo sido concebido, se encarnó y se manifestó co mo Hijo tuyo, naciendo del Espíritu Santo y de la Virgen». Algunos autores —R. H. Connolly y J. Betz— han interpretado el encarnarse y manifestarse como una acción atribuida al Hijo y no al Espíritu Santo; el primero basándose en la teología de Hipólito sobre el Logos, a quien en ciertos pasajes llama Pneuma\ Betz aduce pretendidos testimonios de la época atribuidos al Logos59. Una vez más cabe repetir que a Hipólito hay que interpretarlo, ante todo, por el mismo Hipólito, si es posible, por el propio texto que estamos comentando. Por ejemplo, resulta muy difícil pensar que en la profesión de fe bautismal que propone Hipólito en el número 21 de esta misma Tradición Apostólica, «Credis in Christum Iesum Fi- lium Dei, qui natus est de Spiritu Sancto ex María Virgine», el Es píritu Santo sea el mismo Jesucristo. Otro tanto puede afirmarse de las doxologías que se repiten a través del texto. El tema del Espíritu Santo volverá a surgir al tratarse de la epíclesis. «Quien para cumplir tu voluntad y adquirir un pueblo santo». Las dos expresiones están llenas de resonancias bíblicas. Desde antiguo Dios se ha propuesto la adquisición de un pueblo santo, cuyos horizontes se van agrandando a medida que llega el momento de cum plirse las promesas. Jesús repetirá una y otra vez que la voluntad del Padre es la salvación de cuantos crean en el Hijo. Si tiene que ser exaltado, y de qué manera, es «para que todo el que crea tenga por él 59. Cf. J. M. Sánchez Caro, o . c ., 82 y 87, quien considera no suficiente mente fundamentadas tales afirmaciones.
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