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148 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO dona también en su epitafio los múltiples viajes realizados por él a las iglesias extranjeras 39. No hace falta citar a san Ignacio de Antioquía recorriendo las igle sias, camino del martirio, ni su concepción tripartita de la jerarquía, tan acentuada, que coincide en todo con la de san Hipólito. Unos años más tarde que Hipólito, a finales del siglo III, la Didascalia siria con signa por escrito la costumbre de que el obispo visitante de una igle sia fuera invitado a presidir la eucaristía: «Y, si por modestia, no acep ta, que diga al menos las palabras sobre el cáliz » 40 Estos y otros documentos un poco más tardíos evidencian en la primitiva Iglesia una gran comunicación entre los obispos, llena de confianza, como garantía de la tradición apostólica. San Jerónimo, ha blando de Hipólito, destaca el hecho de que predicó una homilía, es tando presente en la iglesia Orígenes, el gran maestro contemporá neo 41. El doctor alejandrino escribe su principal obra teológica por los mismos años en que Hipólito redacta su Tradición. Comienza diciendo Orígenes: «No se ha de aceptar como verdad más que aquello que en nada difiere de la tradición eclesiástica y apostólica» 42. El principio de la libre improvisación en la liturgia no quiere de cir, sin embargo, que no hubiera normas de gobierno y organización de las Iglesias, desde los tiempos apostólicos: «Hay, dice Jungmann, una norma unificadora de las líneas generales, es decir, un conjunto formado por la costumbre, todavía bastante flexible, que consistía en disposiciones sobre la oración y organización de los templos, sobre el tiempo y forma del culto, distribución de los cargos y manera de em pezar y terminar la oración» 43. En este sentido la Tradición Apostólica de Hipólito no es un mo nolito, no parte de cero. Intenta recoger lo que está establecido desde el pricipio, respetando, en cuanto a la liturgia, la ley de libre composi ción, dentro de un cierto esquema. La difusión de la anáfora de Hi- 39. Cf. DACL I , cc. 66-87; C. N. K a u fm a n n , Manuale de Archeologia cris tiana, Roma 1908, 265-66. 40. Didascalia, II, 58, 3, ed. Funk I Paderbom 1905, 169. 41. Cf. J. D a n ié lo u , Hippolyte et Origéne, en Recherches de Science Reli- gieuse 42 (1954) 585-588. 42. O r íg e n e s , De principiis, praef. 2: PG X I, 116. 43. O. c., 67.
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