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DE LA ANAFORA DE LA «TRADICION APOSTOLICA» 147 «porque el don del Espíritu y el agua del baño (bautismo) bro­ ta de un corazón creyente como de una fuente, santificando a quien posee la fe» 35. b) Fidelidad a la tradición apostólica El otro elemento que ha permitido mantener la unidad en medio de la dispersión es la fidelidad a la tradición apostólica. «Si todos los que escuchan la tradición apostólica la siguen y la guardan, ninguna herejía ni ningún hombre podrá induciros a error. Así es, en efecto, como las numerosas herejías se han ex­ tendido, porque los jefes —los que presiden— no han querido inspirarse en las recomendaciones de los apóstoles. Han actua­ do según su capricho, no según lo que debían» 36. Sobre todo en cuanto a la eucaristía, fue sin duda la comunicación de los obispos y de las iglesias entre sí lo que les permitió mantenerse fieles al gesto, sencillo y pleno de sentido, realizado por el Señor en la Ultima Cena celebrada con los apóstoles. Durante los dos primeros siglos es frecuente encontrar a los obis­ pos de camino, visitando las iglesias vecinas y aun las lejanas. El rito de la consagración episcopal que nos describe Hipólito exige la pre­ sencia de otros obispos. La ceremonia debe realizarse en domingo, lo cual significa que el obispo tiene que estar ausente de su sede incluso en un día señalado57. Acaso le acompaña la comunidad, si las distancias lo permiten. Existen testimonios de este intercambio entre las iglesias, que deno­ tan un gran sentido de pertenencia a la Iglesia universal. Eusebio de Cesarea relata las visitas de san Policarpo de Esmirna al Papa san Ani­ ceto en Roma. Este le invita a celebrar la eucaristía en la iglesia38. Contemporáneo de Policarpo es Abercio, obispo de Hierápolis, en Frigia, que nos ofrece sobre su tumba una de las reliquias arqueológi­ cas más antiguas sobre la eucaristía: el acróstico IX0ÍE (IyjaoO«; Xpia- to <; 0eou uíó<; Sítfirjp) el pez simbólico, junto con el pan y el vino. Men- 35. Ib., 41. 36. Ib., 41, conclusión. 37. Ib., 2. 38. E u sebio , Hist. Ecc., V, 24.

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