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146 ARSENIO GUTIERREZ DE RUCANDIO mirna, dos grandes obispos, son, ante todo, dos hombres de Espíritu. San Ignacio habla constantemente en sus cartas de la eucaristía, pero no da fórmulas ni ritos. Se interesa por el Espíritu. En este contexto nacen las primeras ordenaciones eclesiásticas. La de Hipólito es, después de la Didajé, la más antigua que conocemos. Y es significativo que en el prólogo mencione otra exposición que ha hecho «sobre los carismas». En la estatua romana el título que prece­ de al de la Tradición Apostólica es precisamente Sobre los carismas. No faltan quienes piensan que se trataba de una sola obra: La Tradi­ ción Apostólica sobre los Carismas30. Hipólito concede en la Tradición un amplio espacio al Espíritu Santo. Así, la ordenación confiere un carisma especial. Para el obis­ po es: «el Espíritu soberano que tú has dado a tu Hijo amado Jesu­ cristo, y que él ha conferido a tus santos apóstoles, que han fun­ dado la Iglesia en todo lugar, como santuario tuyo para gloria y alabanza incesante de tu nombre»31. Para el sacerdote se pide «el Espíritu de gracia y de consejo» 2,2. Para el diácono «el Espíritu de gracia y de celo» 33. El Espíritu Santo actúa de un modo muy explícito en todos los sacramentos que descri­ be Hipóito: orden, eucaristía, bautismo, confirmación. Pero actúa tam­ bién en todos los momentos de la vida del creyente: «Nadie entre vosotros llegue tarde a la Iglesia, lugar donde se imparte la instrucción. Allí le será dado al que habla decir lo que es útil para cada uno y tú entenderás cosas que no conocías y te aprovecharás de lo que el Espíritu Santo conceda a quien ha­ ce la instrucción» 34. Este Espíritu penetra la vida entera. «Todos los fieles, hombres y mujeres», «cuando se levantan y cuando se acuestan», «en el trabajo y en el descanso», «en casa y en la iglesia, lugar donde florece el Es­ píritu», «de noche y de día», «oren en el Espíritu», 30. Cf. M. R ichard , a. c., c o l. 544. 31. La Tr. Apt., 3. 32. Ib., 7. 33. Ib., 8. 34. Ib., 41.