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64 MANUEL GONZALEZ GARCIA hora por ausencias de algunos ponentes y otros problemas surgidos inesperadamente. Tal como figuraba en el «programa», las primeras intervenciones de los ponentes tenían el propósito de mentalizar a los asistentes sobre lo que era el tema básico del Seminario: la filosofía española y Amé rica en tiempos de la colonia y de la emancipación. Abrió las sesiones Luciano Pereña, director del Instituto Luis Vives y del «Corpus Hispanorum de Pace». Su tema fue La Escuela de Sala manca en la configuración del pensamiento político iberoamericano. Parecía, inicialmente, que L. Pereña iba a seguir un rumbo desconcer tante en su intervención, ya que se limitaba a elogiar el «Corpus His panorum de Pace», los volúmenes publicados, historia de los mismos, etc. Pero, poco a poco, se centró en la Escuela de Salamanca. Distin guió L. Pereña tres etapas. La primera tendría en Vitoria el represen tante más destacado, junto con Cano, Soto, Covarrubias, etc., que en su filosofía política estudiaron y analizaron pragmáticamente la socie dad europea rota en su unidad por la oposición entre España y Fran cia, atendiendo cuidadosamente a los hechos que rodearon el descubri miento y la colonización de América. La segunda generación estaría dirigida por Juan de la Peña que, partiendo ya de los hechos sucedi dos en América —y en un paso posterior a la primera especulación filosófica— sistematizaría la doctrina expuesta por los miembros de la primera generación. Finalmente, la tercera generación (años 1568 y siguientes) llevaría a cabo una reflexión filosófica más bien especula tiva y secundariamente pragmática. En cuanto a los vehículos de expansión de la filosofía política de la Escuela de Salamanca, señaló L. Pereña la labor de profesores, mi sioneros, regidores, etc., muchos de los cuales se formaron directamen te en la aulas salmantinas o en las universidades españolas. Hizo una mención especial de Alonso de Veracruz, José de Acosta y de Zapata, en quienes estuvo presente el pragmatismo de la Escuela salmantina, iniciándose también con ellos una nueva dimensión intelectual y vital: el criollismo. Es interesante constatar, para la historia del pensamiento político español en América, que todos estos autores, precisamente por su pragmatismo y su método experimental, pusieron los fundamentos más eficaces para acabar con las utopías de autores como Las Casas o Sepúlveda. Es de lamentar que estos autores no sean más conocidos y estudia dos, cuando alguno de ellos, como José de Acosta con su obra De pro-
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