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LAS FORMAS FUNDAMENTALES DEL AMOR 15 comentador, E. Gilson, ha estudiado la filosofía de este doctor viendo en ella un itinerario de la mente hacia la beatitud suprema que sólo el alma puede hallar en Dios. Este itinerario se realiza tanto por la vía de la inteligencia como por la vía de la voluntad 19. Por ser la vía de la voluntad la vía del amor nos vemos precisados a detenernos ex­ clusivamente en esta vía. Ante el análisis de E. Gilson, lo primero que advertimos es una gran disconformidad entre este análisis y las direcciones mejores de la filosofía de este siglo, tales como el intuicionismo bergsoniano y la filosofía de la persona. Estas filosofías ponen en claro, ante todo, la unidad de vivencias en la persona, mientras que E. Gilson nos mues­ tra el alma agustiniana escindida por los caminos de la inteligencia y de la voluntad. Estas escisiones se hacen más hirientes aun en la teo­ logía al uso hasta hace unos años, la cual trataba de determinar cuál era el «subjectum» y el «objectum» de cada virtud, distinguiendo con minuciosidad entre «objectum quod, quo, sub quo, in quo, etc...». Un acotamiento a S. Ramírez pone este tema en claro. Señala éste que entre fe, esperanza y caridad hay distinción por motivo del obje­ to: «el de la fe es la Veracidad Primera o Verdad Primera in dicenSo \ el de la esperanza es la Omnipotencia Auxiliadora o la Bondad Di­ vina in auxiliando; el de la caridad es la misma Bondad Divina abso­ lutamente o en sí misma»20. Esta teología, a la que day que declarar diáfana y transparente, muy en línea con Santo Tomás y toda la escolástica, presenta, sin embargo, otro cariz a la luz de los métodos de hoy. Uno de ellos lo preconiza­ ba a principios de siglo H. Bergson en su opúsculo: Introduction a la métaphysique21. Se le creyó por algunos años el Discurso del Método de este siglo, pero no tuvo el efecto que se esperaba. Es, sin embargo, indiscutible que puso en claro cómo a la conciencia se la puede estu­ diar analizando con el intelecto los estratos solidificados que emergen de la misma, como témpanos de hielo sobre el arroyo en invierno o penetrando dentro de ella para percibir por la intuición la íntima 19. E. G ilson , Introduction à la philosophie de Saint Augustin, París 1949. 20. S. R am írez , La esencia de la caridad, trad. y presentación de V. Ro­ dríguez, Madrid 1978, 314. 21. H. B ergson , Introduction à la métaphysique: Oeuvres, édition du Centenaire, Paris 1963, 1392-1432.

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