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LAS FORMAS FUNDAMENTALES DEL AMOR 27 con ello. Y desde su filosofía, inhumana en este caso, razonaba con rigor lógico, al declarar que el esclavo no es más que una cosa — ktema — y como tal debe ser tratado 42. Fue una gran dicha para la humanidad que con el mensaje evangélico despuntara entonces otra luz más esperanzadora cuando San Pablo pide a su amigo Filemón que no sólo perdone la huida de su esclavo, sino que lo acoja con amor entrañable, como hermano en Cristo (Flm 16). Este amor es la bandera del nuevo Evangelio, de la buena noticia, que enarboló el Cristianismo. Apena que la historia constate que no siempre los cristianos la han seguido con fidelidad, según lo exigía su nombre. Consuela el que sus hombres más representativos, los santos, se hayan mantenido fieles a ella. Nadie se maravillará que recuerde con afecto contenido la figura del Pobrecillo de Dios, San Francisco, capaz de amansar al lobo de la selva, símbolo del hombre-lobo, que tantas veces se ha comido al desvalido cordero. Termino, por fin, esta mi última lección-programa, evocando el verso 523 de la Antígona de Sófocles, el verso que más me ha emo­ cionado de cuantos he leído fuera de la página bíblica. Lo pronunció Antígona, esta santa pagana — así la llama Unamuno— para justificar el acto de amor a su hermano frente a la fuerza del poder: oütoi auvé^Osiv á\Xd aujicpuXeiv ¿cpuv 4;*. 42. Donde más se revela esta concepción inhumana es en los dos libros de ambiente aristotélico, aunque no hayan sido escritos por el mismo Aris­ tóteles que en la traducción de Francisco de P. Samaranch (A r istó te les , Obras, Madrid, Aguilar 1964) llevan el nombre de Economía doméstica. La misma doctrina, con frases muy duras contra los esclavos se leen en la obra auténtica de Aristóteles, Política, lib. I. En el libro IV de su Etica a Nicómaco, Aristóteles expone las grandes virtudes de la generosidad, mag­ nificencia, magnanimidad, mansedumbre, etc. Todas propias de hombre gran­ de, expuestas por el maestro de Alejandro Magno, sin referencia alguna al pueblo. Menos aun hacia los esclavos. 43. Desde que Hegel interpretó el conflicto entre Antígona, la hermana piadosa, y Creonte, el jefe de la ciudad de Tebas, como un conflicto entre la conciencia individual-familiar y la conciencia del Estado, esta tesis se viene repitiendo. Reconocemos que hay fundamento para la misma. Pero ante las palabras de Antígonas a Creonte, que se leen en los versos 451-455, en las que la heroína se anticipa literalmente a San Pablo cuando éste es­ cribe a los Romanos (2, 15), que los gentiles «muestran tener la obra de la ley escrita en sus corazones, por cuanto su conciencia da juntamente testi­ monio...», y ante el verso citado en el texto, que es una breve proclama a favor del amor, como forma de vida, bien podemos juzgar a Antígona como la vio Unamuno: la «santa pagana», que preanuncia el mensaje evangélico y es una excelente preparación para el mismo. Nunca mejor que aquí se

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