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8 ENRIQUE RIVERA amor. Al leer en la primera carta de San Juan (4, 16): o theos agape estin —Dios es amor— y contraponer esta definición con la que nos brinda la metafísica: Ipsum esse subsistens, no he podido menos de preguntarme por el sentido del amor-agape en cuanto aplicado a Dios. (Entre paréntesis advierto que en la pronunciación de la palabra griega agape me atengo al acento que tiene en su lengua. Sigo en ello a Zubiri y a su escuela). El preguntarme por el amor-agape me era tanto más imprescindible por cuanto la metafísica griega, y más en concreto Platón, ensalza como supremo amor al Eros. ¿Qué relación se da en­ tonces entre el amor-eros y el amor-agape ? Ya es bien significativo, al tomar unas concordancias bíblicas 4 que el vocablo agape, con el verbo agapao y el adjetivo agapethos, vengan mentados en el NT de 300 a 400 veces. Sucede, por el contrario, que el vocablo eros y sus derivados verbales, erao, erastes, eromenos , tan frecuentes en las literatura griega y sobre todo en Platón, no se hallen mentados ni una sola vez. Esto es más de notar por cuanto el NT se hallaba envuelto por un ambiente cultural saturado del canto al eros: al ascendente, hijo de la Venus urania , o al descendente, hijo de la Venus demética . Esta simple constatación nos habla de un claro contraste entre el amor-agape del NT y el amor-eros de la cultura clásica. Es obvia en­ tonces la pregunta: ¿qué novedad ofrece el amor cristiano respecto del amor vigente hasta entonces? Esta pregunta, ya muy seria desde una perspectiva meramente cul­ tural, pone en vilo al pensador cristiano ante la obra del teólogo luterano, de Suecia, Anders Nygren: Eros und Agape. En esta obra intenta probar que el catolicismo ha traicionado el mensaje neotesta- mentario del amor por haberse dejado impregnar del eros griego hasta casi eliminar la agape cristiana. Todavía hace más acre el problema este honré con mi tesis pacífica, según dijo en el acto de la defensa el director de la misma, G. Delannoy, y habiendo obtenido premio por la misma, debi­ do a la guerra, a la posguerra y algo a mi descuido, que disculpan mis múl­ tiples quehaceres escolares de esos años, sólo la he publicado de un modo muy parcial, aunque debo confesar que ha estado muy presente en muchos de los 100 estudios monográficos que llevo püblicados. Un momento impor­ tante de la misma fue publicado en esta misma revista, al iniciar su anda­ dura, siendo yo mismo entonces su director. Lleva este título: La metafísica del Bien en la teología de San Buenaventura , en Naturaleza y Gracia 1 (1954) 7-38. 4. Computer-Konkordanz zum Novum Testamentum graece..., Berlin-New York, Walter de Gruyter 1980, col. 7-14.

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