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18 ENRIQUE RIVERA los distingos de las aulas puede el alma dirigirse a Dios para decirle: «Tú me mueves, Señor, no el cielo que me tienes prometido». Pero la vivencia mística como tal está impregnada de aquel sentido unitario que San Juan de la Cruz vio en el dicho de San Francisco: «Dios mío y tocflas mis cosas» 23 . Más que el niño en su madre, el alma santa ve en Dios todas las cosas, identificadas con El. Su propia felicidad no es más que una cosa más vista en Dios. ¿Qué sentido tiene entonces desgarrar esta vivencia unitaria como ha intentado la teoría del «amor puro»? Concluimos, pues, este apartado haciendo notar que tanto desde la Trascendencia de Dios, que terminamos de exponer, como desde la Inmanencia, la disputa enconada del amor puro es un sinsentido desde la antropología metafísica que ilumina las hondas vivencias del espí­ ritu. Nos parece, con ello, suficientemente probado que el amor a Dios y el amor a sí mismo, lejos de oponerse como tendencias contra­ rias, según opinaban los partidarios del amor puro, ni siquiera se pueden considerar como tendencias complementarias, según opinaban sus impugnadores, ya que se trata de una única tendencia en la misma dirección. 2 . E l am or p e r s o n a l como a b e r t u r a a l o tro y su s DIVERSAS FORMAS Aclarado el punto de partida del amor personal que es el amor a sí mismo, surge el tema del amor en su aspecto más usual, como abertura al otro. Esta abertura al otro creemos necesario insertarla decididamente en la persona en cuanto tal, contra múltiples tenden­ cias que lo han fijado en estratos inferiores, con consecuencias siempre inaceptables. Tal es el caso que comentamos del filósofo materialista Le Dantec. Laín Entralgo acusa de esto mismo al psicoanálisis de Freud, aunque reconoce en él algunos valores que afectan a la perso­ na como ta l 24. Ya indicamos anteriormente que la persona en su segundo plano metafísico es abertura y comunicabilidad. En este segundo plano lo primero de notar en el amor es lo que en síntesis dijo San Agustín en su conocida esentencia: Amor m'eus pondus rrteum. Eo feror quo- 23. S an J uan de la C r uz , Cántico Espiritual, canción X IV -X V : Obras, ed. y notas del P. Silverio, Burgos 1943, 511. 24. P. L a ín E ntralgo , Enfermedad y pecado, Barcelona 1952, 105-109.

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