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LOS SANTONES DE PROVENZA 501 hombre de las gallinas, la mujer del conejo, el hombre del vino hecho, el hom­ bre del cerdo, la mujer de los huevos, la mujer con el calabacín, la mujer con el bacalao, el hombre de los quesos, la mujer de la torta que, según la forma de este bollo de Navidad, será la mujer de la hogaza, la mujer de la bomba, la mujer del morral... Los R ey e s M agos Pastores, aldeanos, ciudadanos, artesanos, todo este menudo pueblo proven- zal, colocado en el nacimiento algunos días antes de Navidad para estar pre­ sente cuando al regreso de la Misa de Medianoche se ponga al Niño que acaba de nacer sobre un poco de paja entre el asno y el buey, va a estar allí hasta la Candelaria que cierra la cuarentena del ciclo de Navidad, día de la purifica­ ción de la Virgen. Vienen a unirse a ellos el día de Reyes, los magos que han visto la estrella y la han seguido. Estos magos de los que habla el Evangelio y que figuran en las primeras Navidades. Los villancicos de Saboly los han popularizado. Todo el mundo conoce a Gaspar, Baltasar y Melchor. Se sabe que visten suntuosamente, sobre todo Mel­ chor, el Rey Moro, hasta tal punto que se dice de una persona, que lleva bue­ nos trajes y cubierta de joyas brillantes, que ha desnudado al rey Moro. Se sabe, como se canta en los villancicos que son seguidos de un numeroso séquito, que vienen, con su aspecto fastuoso, a adorar al Niño y a ofrecerle oro, mirra e incienso. La Pastoral Maurel ha contribuido también a hacer más familiar aun este episodio de la Navidad tanto por el aspecto de «Herodes» inserto en la obra como por la evocación cómica que hace Pistachier, el cobarde. Tanto en el nacimiento como en la Pastoral, los Reyes Magos llegaron la víspera de la Epifanía. Pero en el establecimiento de su nacimiento, que se concibe como un espec­ táculo, muchos provenzales, no esperan el día de Reyes para poner en escena magos, camelleros, camellos y todo su séquito. Los depositan desde la víspera de Navidad, pero lejos del establo, teniendo el cuidado de desplazarlos de día en día, acercándolos poco a poco hasta que llegue el día en que puedan ofrecer sus presentes. El sencillo pueblo de los santones se apretará para dejarles sitio. Pero sabe que ha llegado primero. U n PUEBLO EN MARCHA Al terminar nuestro censo podemos señalar que no encontramos entre los santones del nacimiento carpinteros, herreros, albañiles..., tampoco médicos, abo­ gados, notarios. Otras muchas personas, eminentemente respetables, están ausen- 8

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