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500 CHARLES GALTIER LOS MÚSICOS Se dice de los provenzales que les gusta tanto el baile, que bailan en el agua. Se comprende que para sostener y amenizar a la vez su camino y para can­ tar su alegría encontremos músicos en las navidades provenzales. Así, oyen tocar la alborada al recién nacido: «Para no cansarse en el camino, con el pífano y el tamboril, cantaremos la cancioncilla...». Al tamborilero con su pífano y su tamboril le encontramos santonificado tal como fue y es hoy. Hay también otros músicos que tocan instrumentos hoy en desuso, como el que toca la viella, el gaitero, el timbalero, el que toca el tímpano. También tenemos al farandulero para bailar delante del nacimiento el baile nacional de los provenzales. L o s PORTADORES DE PRESENTES Delante del establo hacia donde camina la multitud de santones acabaremos su inventario. Algunos ya están allí, saludan a la parturienta y ofrecen sus regalos. En el transcurso de esta ofrenda y adoración, el ciego recobra la vista y en­ cuentra al hijo que le habían robado los gitanos; el tabernero Bartolomé y Pim- para, el afilador, son curados de su embriaguez; Pistachier de su miedo enfer­ mizo; Jiget de su tartamudez. Jordán y Margarita dejarán de discutir... Estos milagros los adivinamos, rememorándolos, en los cantos de navidad y Pasto­ rices, pero la actitud de fervor o encantamiento que los santoneros dan a algu­ nas de sus figuras puede también hacérnoslo comprender. Mucho más sensibles, por los atributos que los concretizan, son las ofrendas que acaban de hacer los oferentes. La tradición se ha seguido siempre en Provenza y quiere que padres, próxi­ mos y lejanos, vecinos y amigos, cuando nace un niño, vayan a ofrecerles re­ galos y a llevar su consuelo a la madre. Nuestros santones lo piensan desde el anuncio de la Buena Nueva y en todas las Navidades, cuando se canta, se da fe de ello: «Madre no quiero ir con las manos vacías, quiero llevarle algo...», dice un niño. «Yo tengo huevos, harina v leche, dice la pastora, y también una cacerola». «Mujer mía, ha dicho un pastor, mujer mía, haz rápido un fardo de lienzo, mantillas y pañales...». jSi pudiera llevar la casa! Así pues, todos estos valientes santones, que encontramos yendo a Belén, depositaron a los pies del recién nacido lo que llevaban. La hilandera, la lana que hila; la pescadora su pescado; el molinero su harina; el cazador su caza... Como lo hacen otros muchos portadores de presentes que todavía no habíamos nombrado: la mujer de la oca, la mujer de la gallina, el hombre del pavo, el

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