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504 CHARLES GALTIER lo mismo que en los grandes motivos del anuncio a los pastores, de los pre­ parativos de la partida y de la adoración; también en los elementos secunda­ rios: incidentes, cómicos o dramáticos, trampas en el camino y seguramente la mayor parte de sus personajes. Pero si Maurel íue animado a escribir su Pastoral, cuyo éxito crece sin ce­ sar, se afirma aún en nuestros días un interés muy grande que se manifiesta en las masas populares en la representación de la Navidad, en los nacimientos familiares desde principios del siglo XIX. Un primer tipo de nacimientos familiares era conocido desde finales del si­ glo XVII. Estos nacimientos provenían de Nevers donde se habían instalado los cristaleros de Venecia. Frecuentemente se les da el nombre de Belén, con­ tracción del nombre provenzal Betelén, a estos nacimientos de Nevers que se compraban «ya montados» en una hornacina de madera o cartón que tenía la cara anterior de cristal. Presentaban, con una decoración brillante de abalorios y conchas, la Navidad u otros episodios de la santa historia con figuras de cris­ tal hilado. Las religiosas de diversos conventos, en Provenza, imitaron estos nacimien­ tos de Nevers para ofrecerlos a sus bienhechores o para comerciar con ellos, un comercio que llegó a ser muy floreciente en el siglo XVIII. Nobles y bur­ gueses ricos se habían encaprichado con estos belenes donde empezaba a verse un cierto carácter específico provenzal en la evocación del paisaje y la elección de los temas. Inspirados en los de Nevers, pronto aparecen los nacimientos más especí­ ficamente marselleses, cuyas figuras ya no son de vidrio hilado, sino de miga de pan modelada con los dedos. Arnaldo d’Arnel y Leopoldo Dor en sus es­ tudios sobre los santones, villancicos y pastorales ven, con razón, en estas figu­ ras de miga de pan el origen de nuestros santones de arcilla, estos santones poco costosos que, por fin, iban a permitir al pueblo sencillo «poner el naci­ miento». Hasta este momento sólo lasfamilias pudientes podían regalarse Belenes, de cristal, de miga de pan, de corcho o de lo que fuesen. Cuando, después del período de la revolución, la Iglesia intentó despertar el sentimiento religioso popular, un soporte concreto iba a serle dado a esta fe gracias a los santones que el marsellés Juan Luis Arnel (1764-1822); llamado a veces Arnel, había imaginado modelando en arcilla y obteniendo la multipli­ cación por vaciado. Los hogares más modestos podían, a partir de ese momento, tener su naci­ miento con estos pequeños santones de a perra gorda en los que el sencillo pueblo se reconocía, como se había reconocido en los villancicos de Nicolás de Saboly.

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