PS_NyG_1984v031n003p0477_0492

484 JOSE LEDESMA TAMAMES voluntad divina. Lo que ocurre, lo que sucede corresponde a este mundo y es lo que vemos, sentimos y padecemos pero lo que nos ha de guiar en el obrar está anclado en el mundo religioso transempírico, que nos da seguridad, con­ fianza y satisfacción. «Cada religión tiene su teología, y éstas engendran un tipo distinto de ética. Todas, sin embargo, aspiran a ser universales. ¿Cuál debemos preferir?...»27. c) A priorí El fundamento a priori nos ofrece la ventaja de que la norma moral no se halla atada a los cambios del comportamiento real del hombre. Et esfuerzo por encontrar una ética a priori, como realizó Kant, hace posible encontrar una ley moral universal que nos obliga a todos, y esto viene dado porque se basa en lo común de todos y cada uno de los hombres: la razón. «Todo el mundo ha de reconocer que una ley, cuando es una ley moral, esto es, cuando ha de servir como base para un compromiso, debe llevar en sí una necesidad absoluta»28. «El valor de una acción reside, no en el propósito que a su través ha de alcanzarse, sino en la máxima según la cual se decide»29. Sólo es moral la conducta que se inspira en el deber. Una voluntad no es bue­ na por lo que realiza, sino que es buena en sí misma, por su querer. A ello hemos de tender. Sólo los seres racionales poseen la facultad de obrar por re­ presentación de la ley, esto es, por principios. Los expresamos en forma de imperativos, que se desarrollan pór medio del deber-ser, como imperativos ca­ tegóricos. La moralidad supone la libertad, que no excluye la ley sino que la impone. Nos resulta imprescindible la autonomía de la voluntad para la existencia de la moralidad consistente en que la voluntad no obedece leyes externas, sino su propia ley30. Donde se han centrado las mayores y más duras críticas al apriorismo kan­ tiano ha sido en la acusación de formalismo. Para Scheler 31 Kant confunde a priori con formal y con racional cuando tenemos un a prioii material captado emocionalmente: el valor. «El mayor interés de las críticas de filósofos como Scheler o Hartmann radica en el profundo conocimiento de las doctrinas kan­ tianas, que tienen ambos, y en que se proponen continuar el esfuerzo kantiano de fundar una ética a priori. Dichas críticas están dirigidas desde dentro y no responden a prejuicios de escuela filosófica o limitaciones de otra índole»32. 27. IPH, 49. 28. I. Kant, Fundamentación para la metafísica de las costumbres, 3.a ed., Madrid 1968, 58. 29. Ibid., 76. 30. Cfr. Ibid., 146. 31. Cfr. M. S ch eler , Etica, Madrid 1941. 32. IPH, 93.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz