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LA COFRADIA DEL CARMEN DE SEPULVEDA 447 sión de los hermanos que no pagan sus escotes 173, salvo indigencia jus­ tificada, a pesar de lo cual «si resultara que cualquiera de los hermanos falleciera, y no fuera hermano más que de esta cofradía, se le acom­ pañará con las insignias a su entierro, aunque faltare algún año» a dicho pago. Pero de la parsimonia de nuestras fuentes estábamos diciendo. In­ negable, sí, aunque es conveniente insistir y no perderlo nunca de vista a título de telón de fondo, nos estamos moviendo en una historia de la larga duración, el blasón más preciado de cuyos protagonistas es el semper idem de sus costumbres consolatorias y acompañatorias. Así, hasta el año 1961 no se consigna, como partida independiente del resto del vino, el tinto para la «sopilla» 174, sin explicársenos lo que es ésta, sencillamente pan remojado en el caldo báquico, que sobre todo se da a los niños y es uno de los pintorescos usos peculiares, todavía vigentes en esta hermandad. Y ya remos visto la total carencia de detalles de la amenaza de supresión gubernativa estatal de la entidad en 1841, carencia que nos deja en la duda de si fue eso, una amenaza sólo, que desde luego sí llegó a suspensión, o una suspensión consumada aunque enmendada pronto. Por cierto no mucho antes de que las tres cofradías del Cor­ pus, la Veracruz y la Transfiguración, el 29 de mayo de 1859, en un acuerdo conjunto 175, dijeran de sí mismas «que son las únicas autoriza­ das por la ley, pues aun cuando existen otras en esta villa son gremiales y sin autorización alguna superior». ¿Dónde la fuerza jurídica del ar­ gumento? ¿Sencillamente, en la caída del antiguo régimen? Lo que ya hicimos en su momento constar es que la pérdida de tal condición gremial originaria 176 resulta insensible, del todo tácita, a través de la documentación confraternal. Pero de la, por lo menos, implícita aquies- 173. Prohibiendo, además, el paso de los hermanos en sentido pleno a los reducidos a «lo espiritual». 174. 100 pesetas, ya en el LCA’l. 175. Publicado al núm. 3 del apéndice, pp. 20-2, de nuestro artículo citado en la nota 4. 176. Pero de la otra hermandad implicada en el exabrupto polémico de esas tres, la de San Marcos, no tenemos noticia ninguna de su gremialidad, si bien su archivo es mucho más moderno, escaso y descuidado. Por la fuerza misma de las cosas — cumplimiento de las obligaciones de asistencia y desem­ peño de cargos, que de hecho obligaban a la residencia allí— estuvo, eso sí, confinada al barrio apartado de Santa Cruz y fue privativa de sus vecinos, la mayoría hortelanos de la ribera aledaña del Duratón (véase la nota 4).

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