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438 ANTONIO LINAGE CONDE sustituyó lujosamente en su menester acostumbrado al sacristán de la parroquia del apóstol. Precisamente han caído en nuestras manos los papeles de música de uno de éstos, José Sanz Lagarto, que debió des­ empeñar tal oficio algunos años después de aquella fecha, y nos ha resultado de interés para reconstruir y evocar 138, junto a su piano Erard de mesa, la que se conocía e interpretaba en aquel mundo recoleto pero viviente aunque un tanto adormilado 139: desde el «modo de res­ ponder al prefacio para todos los tonos en que puede cantarse» y la llamada lisa y llanamente «Misa de Segovia» hasta la misa a dos o tres voces con órgano o pequeña orquesta de José Ramón de Prado, y 138. A propósito de la difusión de las corrientes literarias: el escritor se* pulvedatio Juan Sanz y Saínz-Pardo (1879-1933). « Riotaliso ». Comunicación al Octavo Congreso de la Asociación de Cronistas Oficiales de España, Soria 1981, en «Religión y Cultura», 30, (1984), 227-36. 139. Y una variopinta colección por cierto, que lo es tanto como para me­ recer una cierta representatividad de los temas y los gustos de la época. El género chico, por supuesto: El dúo de la africana, La caza del oso o el tendero de comestibles, de Chueca, con letra de Jackson Veyan y Sierra. Las excelsi­ tudes del «bel canto»: Cavatina, de Saverio Mercadante. Y a manera de puente entre ambas esclusas Marina y Las golondrinas. Todo ello a veces reunido co­ leccionando las páginas musicales de «La Ilustración Moderna». El baile y el canto armonizados por la misma sociabilidad amable: la habanera Chicago y el pasodoble torero ¡¡¡Se la cortó..., de Erviti; las seguidillas Alza Pilili..., de Llursa; el vals para piano El trapecio, de Verguilla; la melodía gallega A noite, para cante y piano o piano sólo, con letra de José Peña y música de Eduardo Dorado. Y la cuerda patriótica encarnada en la impronta marcial que una ya larga tradición de pronunciamientos y la guerra de Africa iban convirtiendo en indeleble: no duda en llamarse «himno nacional para canto y piano o piano sólo» el titulado Patria y libertad, letra de Márquez y música de De la Cruz, que en 1868 se dedica al batallón de cazadores de la Mariana, es decir de Ma­ riana Pineda; la marcha militar para piano de José Bracamonte Toma de los Castillejos ; el Pasodoble dedicado al ejército que compone el músico mayor del cuerpo de alabarderos Leopoldo Martín; la polka guerrera para piano ¡Vivan las Carolinas españolas! de Enrique Ferrer; y otro «paso-doble español» (sic), El centenario de Colón, de José Erviti. Un mundo ya tan amarillento que hasta los nombres y señas de los proveedores tienen el encanto de lo antañón y el interés de lo histórico: el papel pautado de la imprenta burgalesa de Villanue- va; las ediciones donostiarras de Erviti y las madrileñas de Pablo Martín y de Romero; también en la Villa y Corte los almacenes de Mintegui y Hermoso, el de música que con una fábrica de pianos tiene un tal Eslava en el número 9 de la calle Ancha de San Bernardo, y «frente a las Covachuelas» la librería de Hermoso. No pudiendo faltar la indefectible sugestión de París: el «Magasin des demóiselles», rué Lafitte 51, un número cercano a las casas donde nacieron Napoleón III y Monet y tuvo su sede la banca Rotschild. «Ambroise Vollard eut sa boutique en plusieurs endroits de cette rué», que por su parte sigue recor­ dándonos la última edición de La guide bleu. En relación con esta nota y las 141 y 143, cfr. J. E. A yarra J a r n e , Hilarión Eslava en Sevilla (Sevilla, 1979).

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