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430 ANTONIO LINAGE CONDE Y decíamos que el LCAl es, a la vez, que el de las casi siempre inofensivas y fieles actas —las provisiones de cargos de la víspera, las encomendaciones de la fiesta, las casas con peñas o relaciones también anuales de los hermanos y sus fiadores, las notas entreveradas de las celebraciones de los oficios debidos a los muertos y las entradas de los nuevos hermanos vivos 11S, todo incluso simétrico en su composición material según ya observamos— el de las cuentas canónicamente pre sentables a los ordinarios de la sede de Segocia. Porque el caballo de batalla de las visitas de éstos era el de la desproporción entre los gastos de los ágapes confraternales y los de las atenciones devocionales de las cofradías. La historia de todas las sepulvedanas lo acusa como un infa lible leit-motiv. Desequilibrio que, bien claro lo hemos visto, el LCAl no acusa en absoluto. Como que llega a resultar sospechoso de tanta inocencia. Y de esa manera, el primer visitador, estando el obispado vacante, el ca nónigo Dámaso Cascajo, el 20 de junio de 1796 116 aprobó sus cuentas por hallarlas «sin agravio ni eror». ¿Habría hecho lo mismo de haberle presentado las verdaderas? U7. Desde luego que no si nos atenemos a las fulminaciones que el mismo día dejaba escritas a la hermandad de la Transfiguración del Señor: «Nota Su Merced que, con tal desprecio a los mandatos de anterior santa visita 118, siguen los hermanos de esta cofradía más y más en sus gastos vinales, reduciéndose sólo esta unión de hermandad a no otro fin que el de comer y beber, pues encontra- 115. «En 15 de julio de 1791 entró por hermano de esta hermandad Thomás de Peromingo. Juró la ordenanza y dio por fiadores a Josef (sic) Santos. Doy fee (sic) como abad. Santos López. Rubricado», dice la primera; «en dos días del mes de mayo de mil ochocientos treinta y dos, entró por hermano don An tonio Gómez Rubio, cura párroco de la parroquia de Santiago. Lo que certifico como abad. Juan López Redondo», una de las clericales, como se ve sin jura mento ni fiador. Por eso no figuran los clérigos en las «casas con peñas» que se van consignando todos los años. «En el día 14 de enero de 1839 entró por hermano don Casiano Domínguez, beneficiado de la iglesia parroquial de San tiago. Lo que certifico como abad de legos. José López Martín». Notemos la vinculación de la hermandad al clero de este el templo de su sede. Datos sobre don Casiano, un exclaustrado capuchino, en nuestro artículo citado en la nota 4, pp. 14-18 y 9 documentos. 116. Documento núm. 11. 117. Que no conservamos para esa fecha, pero que a pesar de su antigüe dad en la joven historia de la hermandad, no podemos suponer fueran dema siado diferentes a los que el LCA3 empieza a consignar unos cuarenta años más tarde. 118. La del obispo Juan-Francisco Jiménez, el 18 de noviembre de 1790 (ambas publicadas con los núms. 43 y 44, pp. 370-2 de nuestro artículo citado
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