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424 ANTONIO LINAGE CONDE Los inventarios, o la poesía de la materia Después de habernos familiarizado con los propósitos de la Cofra­ día y el ineludible ritual a su servicio, más el complemento al fin y al cabo tampoco esquivable del soporte económico de sus cuentas que no son otra cosa que su versión a ras de tierra, los parsimoniosos inventa­ rios de sus bienes no nos pueden deparar sorpresas. Porque el tal pa­ trimonio, aunque no vacile en autotitularse «de bienes y alhajas», se reduce al mobiliario preciso para el ceremonial en cuestión, sea fijo o consumible —la cera este último capítulo, que ya lo hemos visto y de seguro lo habríamos en su caso adivinado. Dichos inventarios los encontramos de cuando en vez en la pri­ mera época del libro de actas, siempre que los abades salientes quie­ ren tranquilizarse haciendo que «se entreguen en ellos» 96 sus sucesores. Y atrás ya dijimos de la renovación del «santo oficio abacial». De 19 de julio de 1793 es el primero97, reducido al mismo libro que le consigna; las ordenanzas «forradas en cabretilla (sic)», que ya hemos visto se perdieron en los avatares de poco más de medio siglo después; las tres varas jubilosas de las procesiones, dorada la del al­ calde y plateadas las de los sendos contadores, y las otras tres enlu­ tadas— de negro, naturalmente, acompasadas entonces tanto al uso cotidiano de las gentes como al color rubricista de los parejos orna­ mentos de la Iglesia— para los entierros; la cera en curso, y el arca para guardar todo ello. En el momento en que a Santos López susti­ tuye Manuel López Sosa. Quien el 24 de julio de 1797 dejaba lo mismo a Vicente Bermejo, sólo que algo más mermada la cera, dos medias hachas en lugar de cuatro enteras, y las ordenanzas unidas «con» el tal libro de actas, como el año anterior había mandado el visitador diocesano Dámaso Cascajo 98, detalle que nos suscita la pregunta de cómo pudieron unirse siendo así que aquéllas estaban, lo acabamos de ver, encuadernadas, y de la tal unión, en el libro que a la vista y manejo tenemos, no ha quedado ni rastro. Unión que desde luego no debió nacer con muchas 96. Nosotros todavía hemos conocido el uso de esta expresión en el len­ guaje corriente en la villa; «entregarse en él», por ejemplo el destinatario de un paquete postal certificado. 97. Otra prueba más de que la fundación era novísima, en la fecha que dejamos atrás nosotros apuntada, al no existir ningún otro en el archivo. 98. Documento núm. 10.

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