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LA COFRADIA DEL CARMEN DE SEPULVEDA 421 cia misma de sus himnos y cánticos de llanto y de júbilo, hemos ha­ blado en otro lugar. Pero dejemos ahora que también desde un principio los textos canten. Ya hemos visto que la aportación anual a la fábrica de la iglesia se desdoblaba en cera, incienso y ornamentos 85. Y que el arca cerrada del utillaje más temprano era para la cera y las varas. Cera en la iglesia de la sede, pues. Pero también en la casa de la herman­ dad, la de los rezos anuales. Y en los entierros, a guisa de la más pintiparada llama de esperanza. Y así ya en 1792 observamos que la cera dicha, si bien traducida monetariamente, llega a ser en ciertos normados casos el valor de medida de las relaciones internas de la hermandad, como en el del tal ejercicio, con sus cinco reales y medio que el mayordomo «debió de cobrar de Vicente Bermejo de media libra de cera, por la entrada de su mujer Jerónima Cristóbal, de segun­ das nuncias ( sic )», que ya atrás lo vimos. En tanto que de su data ha­ cen parte 93 reales «vellón», por el «importe de dos hachas nuevas que se ha (sic) hecho». Y en 1794 «62 reales que ha costado una (sic) hacha de cera»; en 1795, «ciento y cincuenta y tres reales importe de dos hachas que se ha hecho de cera»; en 1796, «ciento y treinta y seis reales vellón, importe de dos hachas que se han hecho para los entierros y procesiones»; en 1797, 60 reales «importe de una hacha que se ha hecho»; en 1798, «ciento y nueve reales de vellón, importe de dos hachas de cera que se han hecho»; en 1799, 66 reales «importe de una hacha para la cofradía que pesó cinco libras y media, al mismo precio de 12 reales»; y 48 reales, «que lo ha importado la renovación de dos hachas de cera»; en 1800, 80 reales del «importe de dos hachas de cera para la cofradía»; en 1801, 140 reales «importe de la cera gastada en el año de esta cuenta». En fin, los términos ya inequívoca­ mente genéricos y habituales de esta última partida y la reiteración de los equivalentes en las datas de todos los años de esta primera anda­ dura, nos dispensan con creces de proseguir por este camino, inmedia­ tamente teñido de monótono, de las tales precisiones ejemplificatorias contables. Bástenos consignar la sintomática circunstancia de que la cera es ya una de las rúbricas de las cuentas que así designada, sin necesidad ciedad y política en la España contemporánea» (VI Semana del Escorial, 1983), p. 277; ( = Religiosidad popular, en el libro de la autora, «Pluma y altar en el XIX. De Galdós al cura Santa Cruz»; Madrid, 1983), p. 206. 85. «Vestuarios y incienso», en 1822. 3

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