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LA COFRADIA DEL CARMEN DE SEPULVEDA 409 En dichos sagrados ritos presiden los cofrades con sus insignias o varas de mando36, de madera negra o de plata según el color de los ornamentos sea por su parte de luto impetratorio o jubiloso de hiper- dulía. Pero dichas varas cobran más solemne hondura al resonar sobre el pavimento empedrado o enlosado de las calles de la villa en las pro­ cesiones y sobre todo en los entierros de los hermanos. Cuando las precede el redoble, meramente acompasador e integralmente monóto­ no, del gigantesco tambor, un bombo más bien, que es una de sus notas típicas, y las anuncian los pendones desplegados al viento, tam­ bién del color que corresponde al trance. Y en los entierros el bombo cede su puesto al esquilón que suena grave y muy pausadamente a clamor cuando el cortejo confraternal se acerca a la casa mortuoria antes de la llegada del clero. Algo muy sencillo, tremendamente sen­ cillo, pero muy característico. Tanto que yo pude reconocer su incon­ fundible eco en la Semana Santa de Sevilla, al paso de una de sus procesiones37, la de la cofradía de la Sagrada Mortaja, tan andaluza como las otras, pero imitadora además en su desfile de los entierros de los hermanos de la Santa Caridad y de los acogidos en el hospital que al servicio de ellos fundó de viudo Miguel de Mañara38, entierros Enciclopedia Universal Ilustrada (= Espasa), obra parece de Angel Dotor y Munido (tomo 55, 409). 36. Presidencia que no llega a dar guardia orante o vela al altar como en el caso del Corpus, diferencia por su parte explicada sin esfuerzo teniendo en cuenta la exposición mayor del Santísimo privativa de las funciones de aquél. Por eso además del alcalde y los dos contadores, de viejo y de nuevo, aquella hermandad tiene otro, el de ve-viejo (que además es bodeguero y lleva el Santo Cristo en los entierros), de manera que sean cuatro y puedan establecer sendos turnos, que se relevan en la misa al «orate, fratres». En el Carmen aparece el año 1928. 37. A propósito del papel procesional de las cofradías en un ambiente castellano, puede verse J. A gapito y R evilla , Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid ; y Segunda adición a las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Sania en Valladolid, en el Boletín del M u­ sco Provincial de Bellas Artes 1926 y 1929. 38. Véanse: F. de la C oncha D elgado y otros, Semana Santa en Sevilla. II. El mundo oculto de las cofradías, Sevilla 1982, 312-5 (el nombre completo de la hermandad es de «Nuestro Padre Jesús descendido de la cruz en el misterio de su sagrada mortaja y María Santísima de la Piedad»); J. M. G ranero , Don Miguel Manara Leca y Colona y VÍcentelo. Un caballero sevillano del siglo XVII, Sevilla 1963, 293-379; F. M artín H ernández , Miguel Mañara, Sevilla 1981, 72- 124; J. C ollantes de T erán y C ollantes de T erán , Don Miguel Mañara y la ascética sevillana del barroco, en el Boletín de la Real Academia sevillana de Buenas Letras, segunda época, 1 (1973) 5-29. Sobre el artista de que seguida­ mente hablamos, L. R einoso R obledo , Lope Tablada de Diego, pintor de Cas-

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