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348 CELINA ANA LERTORA MENDOZA Por otra parte, aunque Grosseteste no lo dice, sin duda muy pro­ bablemente pensó que el argumento del instante es falaz por su analo­ gía con el punto. Esta analogía en un sentido sirve para invalidar el argumento aristotélico, porque así como hay puntos inciales y termina­ les, por ejemplo, el extremo de una línea, así también puede haber instantes de ese tipo. Pero ello no prueba que no pueda concebirse una línea infinita, e incluso, que el número de los puntos de una línea finita es infinito, aunque potencialmente. Por estas razones prefiere Grosseteste terminar la discusión sobre la eternidad del mundo con un argumento propio, ausente tanto en Aristóteles como en sus comentadores o detractores, y que cambia el enfoque de la cuestión: no se trata de analizar el tiempo en sí, sino lo que él mide, es decir, la vida del universo, los procesos de corrup- ción-generación, y resolver la cuestión según cuál sea la causa final de dichos procesos. Y aquí tenemos una afirmación capital: el hombre es la causa final del universo físico, todo existe por y para él, sin él el proceso no tendría sentido. Por consiguiente, no habrá universo cuando cese la generación humana, ya que el mundo fue creado para constituir la habitación humana. Esto no es una verdad filosófica, y sólo muy remotamente, a partir de una consideración de escalas ontológicas y dignidades metafísicas, podría llegarse a suponer, a lo más, que el uni­ verso se ordena al hombre como su parte más perfecta. Pero no puede deducirse que debe acabar con él, o que haya comenzado con (o como preparación de) él. Grosseteste no presenta este argumento como una refutación al aris­ totélico, sino como una alternativa conceptual, como una interpreta­ ción que explicaría la finitud del cosmos tanto como el sistema del Estagirita podría explicar su infinitud; incluso parece que hay más ar­ gumentos a favor de esta alternativa porque no se aprecian contrarrazo- nes lógicas, como serían las del maestro Ricardo en relación a las teo­ rías de Aristóteles. Resulta interesante constatar que en estos temas últimos de la consideración metafísica, Grosseteste abandona la argu­ mentación con pretensión apodíctica para reducirse a un esquema me­ ramente alternativo. La dificultad de solucionar de una manera total y definitiva tan espinosa cuestión, no le ha pasado desapercibida a nues­ tro autor, y la prudencia con que presenta su idea es digna de un ver­ dadero espíritu filosófico. Celina Ana L er t o r a M en do za Consejo Nacional de Investigaciones Científicas Buenos Aires

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