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ANTONIO CASO O EL EJERCICIO DE LA. 341 Es posible que en una época tan dura e interesada como la nuestra la propuesta del maestro mexicano sea desacreditada en el sentido de una locura o de una plática piadosa bien intencionada, pero falsa. Y, de hecho, casi nada en nuestro mundo habla a su favor. Nuestro siglo sigue su violento curso; la codicia y el interés imperan; y la huma nidad parece no querer renunciar a esos nuevos ídolos que ha creado la cultura tecnológica. Pero, quizá por este mismo panorama tan som brío urja insistir, a tiempo y a destiempo, en mensajes renovadores como los de Antonio Caso. Por lo demás, el maestro mexicano no se hacía ilusiones. La lucha contra el mundo del egoísmo y el interés es ardua, larga. Sabía también Caso que la caridad es un contrasentido para el mundo del egoísmo. En ese mundo el amor, el bien, es un escándalo, una provocación, un signo de contradicción. Sin embargo es en ese mundo donde hay que prodigarse en actos de amor; es ese mundo histórico del interés y la lucha el que constituye la prueba de fuego para la caridad. En él la existencia caritativa tiene que mos trar su energía, su firmeza, su fortaleza. Amar sin miedo al ridículo ni al fracaso, sin miedo a ser signo de contradicción. Tal es la pro puesta de Caso. Por eso, no es ninguna casualidad que viese en Jesús de Nazaret el modelo de vida que debe de imitar el verdadero filó sofo en cuanto promotor de caridad. Como Jesús ha de ser el filósofo signo de contradicción para el mundo del egoísmo y del interés, es decir, testigo de una vida nueva centrada en el bien. Pero hay todavía un aspecto en el mensaje de Caso que no quere mos pasar por alto. Su ejercicio de la filosofía desde la experiencia de la caridad y como acto de caridad conlleva una invitación a la con fianza. Filosofar es amar; y, por lo mismo, es, también, confiar en el otro, fiarse del semejante. Desde otra perspectiva, la filosofía de Caso es también una provocación para nuestro tiempo, que es un tiempo de sospecha. Aquí también invita Caso al filósofo a ser un signo de contradicción para su época. No ha de ser el filósofo maestro de sos pecha, como piden los tiempos que corren, sino maestro de confianza. En este sentido se nos antoja que la filosofía de Caso representa una saludable provocación. Para nosotros, en efecto, que vivimos sospe chando y alimentando sospechas, que hemos elevado la sospecha no solamente a una categoría central de nuestro saber, sino también de nuestra relación concreta con el otro, el modo de filosofar de Caso es una provocación que nos invita, con toda la fuerza de su consecuencia, a efectuar un profundo cambio de sentido en la orientación de nuestra 7
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