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ANTONIO CASO O EL EJERCICIO DE LA. 335 sos de la egoísta finalidad biológica. Por esto mutila al ser humano quien lo limita a lo biológico o defiende que el hombre es sólo capaz de reproducir su existencia como economía. El hombre puede, natu­ ralmente, escoger esta vía y realizarse como continuo afán de poder y de provecho. Con ello, sin embargo, se roba el hombre a sí mismo la posibilidad de salvar su existencia, pues al final de todo esfuerzo humano, al final de la existencia como economía espera el derrumba­ miento total del ser finito en la fatalidad de la muerte. Al final impera la muerte sobre la vida, y se descubre la vanidad y el absurdo de la vida interesada por conservarse a sí misma desde sí misma y por sí misma. Desde la perspectiva de la muerte como fatal ley de la vida se ve también que lo esencial para Caso es aquí señalarnos un camino que nos saque del círculo infernal de la finitud en el que queda presa la existencia interesada. Encerrado en lo biológico, el hombre se pierde irremediablemente, ya que él mismo niega en su ser todo lo que hay en él de trascendencia y de vínculo con lo Absoluto. Que el hombre, sin embargo, no está condenado a vivir su exis­ tencia en términos de economía, esto es, de interés y de egoísmo, lo muestra Caso con la explicación del segundo modo de existencia que puede presonificar el hombre. Por más allá de la vida puramente bio­ lógica y su interés, pero basado sobre el excedente vital que en ella produce, el hombre puede abrirse a un tipo distinto de existencia centrado en el desinterés. Como manera de estar en el mundo y de comportarse en él y frente a él, la existencia desinteresada no lucha contra el mundo, no lo convierte en objeto de su interés ni trata de apropiárselo. Al contrario, su actitud se determina por un peculiar sen­ timiento de simpatía y familiaridad con el mundo, por un vínculo con las cosas todas, en virtud del cual se rompe el círculo del interés y se representa el mundo como objeto de contemplación. La existencia desinteresada no quiere asimilar ni dominar, sino entender y contem­ plar. Forma ejemplar de semejante existencia es, según Caso, el arte. Nótese que el maestro mexicano convierte la actitud de contempla­ ción desinteresada en el comienzo de la actividad cognoscitiva propia­ mente dicha, haciendo así del arte la primera forma de comprensión o conocimiento del mundo. El desinterés es, pues, condición de la posibilidad del conocer. O sea que mientras el hombre se mueve en el ámbito del interés no puede conocer. El interés o egoísmo encierra al hombre en sí mismo, hace de él su única realidad valedera y le

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