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ANTONIO CASO O EL EJERCICIO DE LA. 333 se quiere como único fin y que se manifiesta, en consecuencia, como violenta apetencia de sí en tanto que realidad pudiente y prepotente. Sin pretender negar que en la explicación de la existencia como economía el lenguaje de Antonio Caso resulta un tanto confuso, pen samos sin embargo que perderíamos de vista lo esencial de su argu mentación si no viésemos que a lo que ella realmente apunta no es tanto a la condenación del ámbito biológico desde una perspectiva moral, como al hecho de prevenirnos contra toda biologización de la existencia. A nuestro modo de ver, y como ya indicábamos antes, Caso no cae en el error de confundir simplemente los órdenes de la existen cia, sino que más bien quiere poner al desnudo lo que él entiende por la ley de la vida para resaltar así con mayor fuerza aun la diferencia entre lo meramente biológico y lo humano. Y todo esto con el fin expreso de desautorizar todo biologismo, esto es, todo esfuerzo por explicar al hombre exclusivamente desde abajo y reducirlo de esta for ma a un simple conglomerado de actos y reacciones fisicoquímicos. Por esto no es nada casual que Caso culmine su explicación de la existencia como economía con una fuerte crítica del inmoralismo anar quista de Max Stirner y de la doctrina nietzscheana de la voluntad de poder. No hay casualidad aquí porque en la visión del maestro mexi cano Stirner y Nietzsche son los representantes típicos de un modo de filosofar reduccionista que no ve más que la fuerza de lo biológico y que trata consiguientemente de convertir la ley biológica en el único modelo válido de comportamiento humano. Contra esta filosofía de la fuerza biológica hace valer Caso la irreductibilidad de lo humano como fenómeno moral y caritativo, pero no para moralizar lo biológico en cuanto tal, sino más bien para desenmascarar la glorificación de la vida como una traición a la verdadera esencia del hombre. Una filosofía de la vida que explique al hombre única y exclusivamente en base a su constitución biológica, mutila la existencia humana, la degrada, la desconoce en su más esencial novedad. Una filosofía semejante se ex presa en términos imperialistas, es imperialista. Nada le es sagrado y cree poder sacrificarlo todo en aras de la expansión del poderío vital. Esta filosofía del imperialismo, para usar las palabras de Caso, «es apoteosis de la vida pura, fuera del derecho; de la libertad pura, fuera de la justicia; del poder sin verdadero amor ni finalidad moral; de la existencia como economía» 12. 12 . Ibid., 50 .
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