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318 J. IGNACIO HERNAIZ Sin embargo, no hay que confundir la crítica con la destrucción, el análisis con la envidia, el repaso con la indiferencia, el esfuerzo de la comprensión con la pereza de la pasividad y el estudio de lo hecho con la holgazanería de la apatía hacia lo comentado. Tampoco se puede con fundir cuando se escribe artísticamente, según los cánones expuestos, con la adulación y el servilismo de que hacen gala tantos periódicos y otros medios de comunicación de masas, por ejemplo, hacia el poder constituido. La literatura, pensamos, sólo puede ser fruto de la auten ticidad, de la espontaneidad, de la naturalidad y de la verdad de lo que se siente. Hay escritores, como en las demás profesiones, de todas clases y pelajes: ricos y pobres, feos y guapos, viriles y afeminados, fascistas y socialistas, comunistas y liberales, que para escribir necesi tan de la soledad y que, al contrario, para producir literatura, requie ren el bullicio y la jarana. Pero, todos, si quieren ser considerados artistas, han de dar lo que tienen dentro, lo mejor de sí mismos, lo que guardan en los sótanos del alma, lo que se halla en las cuevas desconocidas del espíritu, lo que se alberga en los profundos subterrá neos del sentimiento, lo que está escondido en el más emboscado de los afectos, lo que está enmascarado en el último rincón de las emo ciones, lo inconsciente de la conciencia, lo irracional de la razón, la vivencia de la creencia, lo ilógico de la lógica, lo absurdo de la vida, la poesía de la muerte; en definitiva: el miedo, el odio, la pasión, el amor. En la década de los diez, con una anticipación de más de medio siglo, Ortega estudia el tema de las masas; en la década de los veinte escribe sobre el arte, intuyendo lo que ha ocurrido en los movimientos artísticos contemporáneos de vanguardia intelectual del momento pre sente; en la década de los treinta habla de política y, en la de los cuarenta, de historia, tal como ha visto J. Uscatescu 5. El concepto histórico orteguiano de la persona nos lleva a com prender la historia como la historia del arte. La ciencia y la filosofía, sólo, en cuanto que como literatura son trasmitidas a las generaciones posteriores, entran en la historia de la humanidad. Las artimañas polí ticas y las batallas militares, igualmente, en tanto y cuanto son escri tas pasan a ser historia. Y el amor, por muy apasionado que haya sido, si no es contado por alguien, nadie conocería jamás los infinitos Romeos 5. J. U sc a t esc u , Filosofía, Zaragoza 1980.
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