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316 J. IGNACIO HERNAIZ Rickert. De ese punto de partida elaborará una sociología del arte, un análisis de la deshumanización estética, una división de los seres huma­ nos en entendidos o no en cuestiones artísticas, una división entre las personas en masa y élite, una doble visión del mundo: humana y cultural. Ortega afirmó que, lo popular, lo humano, no consiste en lo dema­ gógico, en intentar bajar la cultura a lo inculto, el arte a la masa, sino que es un proceso contrario: hay que subir el pueblo a la cultura y dignificar a la humanidad, envuelta en su mediatez cotidiana, con la trascendencia poética. 'Yo soy yo y mi circunstancia’, y las acciones prácticas del yo no pueden ser justificadas teóricamente por una espe­ culación distante. El yo ontologico, el ente profundo, el ser íntimo de cada uno de nosotros, está condicionado por las circunstancias del en­ torno, de todo tipo: sociales, económicas, políticas, demográficas, sico­ lógicas, biológicas, genéticas, antropológicas, geográficas, históricas, reli­ giosas y culturales. Ortega nos advierte que, para persuadir, primero hay que seducir. No se puede, demagógicamente, predicar sin el ejemplo. O se vive per­ siguiendo los placeres materiales o nuestra existencia goza esencialmen­ te de la espiritualidad. Y no estamos postulando un ascetismo religioso, sólo una coherencia en lo cultural. Si un individuo presume de inte­ lectual y se vende en sus escritos, adulando al poder político estable­ cido, está cayendo en la más flagante contradicción. Si una persona tie­ ne en su casa una enorme biblioteca, pero nunca lee un libro, ¿de qué le sirve aquélla? Si un ser habla y, por su boca, no salen más que insensateces, ¿no está destrozando el lenguaje, maltratando el idioma, abortando el verbo sagrado, asustando a la magia de la palabra? Pues todavía el crimen será mayor si entramos en el tema del arte y deno­ tamos que no se pinta, esculpe, compone o escribe por el puro placer de hacerlo, por la perfección en sí misma que para el alma supone. En Ortega distinguen los críticos tres esquemas básicos: el racio- vitalista, el histórico y el perspectivista, y los tres se conjugan en su idea de la deshumanización del arte. Ya hemos hablado del raciovita­ lismo orteguiano, cuando hemos distinguido, siguiendo al maestro, en­ tre vida y poesía. Aquí, como en tantos otros sitios, la fenomenología del espíritu hegeliana está presente. Si distinguimos entre el ámbito del pensamiento y el del sentimiento, ambos en el interior del ser humano (en los sótanos del alma que escribió A. Machado), habremos, pues, de entender el desdoblamiento de la conciencia hegeliano, pre­ cursor de la división de la mente en consciente e inconsciente por S.

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