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314 J. IGNACIO HERNAIZ mos dentro del campo de la dialéctica hegeliana, en el historicismo naturalmente, pero en el historicismo idealista, nunca en el materialis­ mo dialéctico o mecanicista. Sin embargo, a nuestro modo de ver las cosas, el movimiento es más acertado que el paro, la concepción diná­ mica que la estática, el «nunca bañarnos dos veces en el mismo río» de Heráclito que el comprender la creación artística como algo salido de la nada. Por ello, el pensamiento dialéctico entiende que todo pro­ cede de una oposición, la luz nace de la discusión, la tesis se enfrenta a la antítesis, de las cuales surgirá la síntesis, que volverá a convertirse en tesis y, así, el proceso histórico no tiene fin, la meta del desarrollo sensible no se vislumbra y la dialéctica de la evolución no conoce el término. Ortega define la poesía como el álgebla superior de la metáfora y, a la metáfora, como el arrecife imaginario en el mar de la realidad. Está tan magistralmente explicado que no se puede añadir nada, pero vamos a intentarlo, sin que aquí valga aquello de que, como hablaba el propio Ortega, lo malo no es el sí o el no sino el pero. Vivimos en el campo de la lógica, nos movemos dentro de la ra­ cionalidad o, en su defecto, en el mundo de lo instintivo. Es decir, hay un proceso mental que va desde la irracionalidad animal hasta el pensamiento filosófico y científico. Todo es cuestión de nivel evolutivo, de grado en el desarrollo, de plano fenomenologico o de esfera onto­ logica. Sin embargo, hay otro proceso distinto del material, que es el espiritual, que es el del arte, que es el de la poesía, que es el del alma, que es el del sentiminto, que es el de la emoción, que es el del afecto, que es el de la pasión y que es el del amor. Ortega analiza la impresión estética como una captación de la sen­ sibilidad colectiva y como un rechazo de lo tradicional; por ello habla de la deshumanización, puesto que, lo humano, se sustenta en la tra­ dición, en la religión, en la costumbre, en el uso, en la moral, en la ética. La deshumanización del arte es un proceso que evita las formas vivas, es un juego, es un desarrollo ludico, un simbolismo, una bús­ queda de los aspectos mágicos, un desentrañamiento de las paradojas y un encuentro inesperado, espontáneo, natural y sincero con las me­ táforas. El arte moderno está deshumanizado porque la pintura ya no re­ fleja nada, ya no hay retrato ni paisaje, ya las líneas no son más que puro símbolo, ya los colores no son más que puro significado. El arte moderno está deshumanizado, porque la música no es cadencia sino

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