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LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 291 páginas: los magos, que expresan su conversión entregando a Jesús los dones de su anterior profesión (Mt 2, 11b); José de Arimatea, que pone sus posesiones a disposición de Jesús (Mt 27, 57-60) y, sobre todo, aquellas mujeres, que desde Galilea le fueron asistiendo con sus bienes a lo largo de todo su ministerio y contribuyeron así a la obra de Jesús, participando ellas mismas en su misión (Le 7, 3 Me 15, 40). Este desprendimiento purificador se puede expresar también en for ma de huida. La huida es la expresión de la renuncia al mal, cuando éste se le impone al hombre desde fuera. En presencia del mal, la pos tura más completa ante él en situaciones normales sería la de integrar la problemática de su existencia en la propia vida y misión; pero esta integración en determinadas circunstancias no siempre es posible; por eso se impone la huida. Es lo que Elias trataba de hacer cuando huyó al Horeb (cf. 1 Ry 19, 3-17 cp. 17, 1-6) y lo que quedó también plas mado en toda la experiencia del Exodo: el pueblo huye de Egipto y así sale de la esclavitud, para poder ofrecer un sacrificio a Dios en libertad (Ex 4, 22-23a). Esto representa además un esquema fundamen tal en la vida cristiana, que se libera de los enemigos para el servicio de Dios (Le 1, 174); incluso Jesús lo efectuó muchas veces en su vida, cuando aún no había llegado su hora y se retiraba de sus enemigos (Jn 12, 53s); pero no sólo de ellos, pues esta purificación de dificul tades la usaba también en sus actuaciones ordinarias, cuando para dedi carse más de lleno a la oración, se retiraba en soledad al monte (Le 5, 16; 6, 12; 9, 18. 22, 41). Y se decidió también a utilizar este mismo esquema de la huida, cuando las turbas trataron de encerrarle en sus pretensiones mesiánicas y de forzarle externamente a un concepto de realeza, que no era el que El intentaba transmitir (Jn 6, 15; 18, 36s); por eso además obligó a los discípulos a huir de esta situación ambi- güa, no fuera que ellos también como las turbas se dejaran llevar por un concepto falso del Mesías y se pusieran a seguirle como a tal (Me 7, 45s). La huida la recomienda Jesús a sus discípulos sobre todo en la práctica de la misión, cuando la persecución hace totalmente inviable el ejercicio de su ministerio (Mt 10, 23); y esta forma de huida la lleva a cabo Pablo al escapar de la persecución de los judíos en Da masco (He 9, 25). A nivel metafórico es esta misma postura de huida la que viene recomendada varias veces en la tradición apostólica en or den a evitar el pecado (1 Cor 6, 18; 10, 14; 1 Tm 6, 11; 2 Tm 2, 22 cp. Ap 12, 6), aunque Santiago recomienda más bien el hacer frente
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