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280 JESUS LUZARRAGA modo su filiación divina fue lo que le liberó de todos los otros lazos. Más tarde Pablo actuará de la misma forma: en cuanto sintió la ur gencia de la llamada, «no consultó a la carne ni a la sangre» (cf. G1 1, 16b), es decir, no se dejó mover ni entró en discernimiento a partir de meros consejos humanos, sino que sus decisiones se obraron sola mente al ritmo de la voluntad de Dios. Esta purificación de los lazos humanos, en ocasiones ha sido tan urgente que ha requerido incluso la vivencia del celibato apostólico; ésta fue una exigencia del Señor a Jeremías (Jr 16, ls) y ésta fue también la costumbre apostólica (cf. 1 Cor 7, 7s), siguiendo el mismo ejemplo del Señor (Jn 4, 27) y sus recomendaciones como exigencia para vivir plenamente el Reino (Mt 19, 12). Junto a la liberación de los lazos humanos y familiares, la perfec ción de la respuesta presupone una purificación del impedimento que lleva consigo el apego a las riquezas, entendidas éstas en toda su am plitud (cf. 1 Tm 6, 10. 17). El mismoJesús dio ejemplo de esta pos tura, cuando, al entrar en situación de misión, abandonó su estado anterior más o menos acomodado del hijo del artesano (cf. Mt 13, 55 cp. Me 6, 3); en consecuencia El invitó a sus primeros discípulos a dejar las redes, su oficio natural, para poder entrar así en su seguimien to y asumir también su misión; ellos lo hicieron llegando incluso a la situación extrema de pobreza (Mt 12, 2), pues Jesús confronta a todos sus seguidores con la posibilidad de ni siquiera tener dónde reclinar la cabeza (Le 9, 58). La misión de quienes por vocación han de pre dicar la pobreza (Mt 5, 2s cf. 28, 20a) les hace también vivir en pobre za y este desprendimiento demuestra la agilidad que han de tener en la misión a las órdenes del Maestro y les posibilita a su vez para esta disponibilidad, al desembarazarles de todos los impedimentos de la ri queza (Me 6, 8-11). Por eso en su invitación al joven rico Jesús no deja de hacer preceder la llamada a su seguimiento con el postulado necesario de la purificación de todo apego a los bienes de aquí, hacien do real el desprendimiento de ellos como condición para el seguimiento perfecto de Jesús (Me 10, 17pp). Y por ello a todo el que de verdad quiera llamarse discípulo suyo, seguidor suyo en todas sus modalidades, no deja de proponerle categóricamente esta condición: «Cualquiera que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío» (Le 14, 33). Esta renuncia implica primordialmente colocar todo lo que uno posee solamente a disposición de Jesús. Ejemplos de esta entrega se encuentran ya en los evangelios desde sus primeras hasta sus últimas
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